Sólo una noche (Last night) (2010)

“Sólo una noche (Last night)” es un ejercicio de delicada tensión, una disección de la monogamia contemporánea que, aunque no alcanza la grandeza que sus preámbulos sugieren, ofrece momentos memorables y un ejercicio de dirección digno de mención. La película, con la dirección de la guionista de “The Jacket”, Michael Hoffman, se centra en la ruptura de un matrimonio de Nueva York, aparentemente sólido, que se fractura bajo la lógica implacable de un viaje de negocios y la inevitable aparición de un pasado no resuelto.

La premisa, aparentemente simple, es en realidad un terreno fértil para la exploración de las emociones humanas. El personaje de Worthington (Jake Gyllenhaal), un hombre profesional y, en principio, sumamente reservado, se ve repentinamente confrontado con la posibilidad de un abandono, incluso si este se justifica por la necesidad de una reunión de trabajo. Su actuación es sutil, pero efectiva, transmitiendo una mezcla de frustración, celos y, en el fondo, una cierta fragilidad. La reacción no es la explosión dramática que quizás se esperaba, sino una lenta e incómoda introspección que se refleja en cada gesto, en cada mirada. Por otro lado, Keira Knightley ofrece una interpretación firme y con matices como Elizabeth, la esposa, quien, a pesar de su aparente serenidad, alberga un descontento latente que se revela progresivamente a medida que se enfrenta a la posibilidad de ser reemplazada.

La llegada de Guillaume Canet como Alex, el antiguo amor de Elizabeth, añade una capa de complejidad a la trama. Su química con Knightley es palpable, alimentando la curiosidad del espectador y creando una palpable tensión entre el pasado y el presente. Sin embargo, la película no se pierde en clichés románticos fáciles. Canet interpreta a Alex con una elegancia y una melancolía que le otorgan una credibilidad sorprendente, evitando que la situación se convierta en un melodrama convencional. El papel de Eva Mendes como la compañera de trabajo, inicialmente presentada como una amenaza, se define con una mayor profundidad a medida que se revela su propia soledad y la búsqueda de un sentido en su vida profesional.

Uno de los puntos fuertes de la película reside en la dirección de Hoffman, quien construye una atmósfera de suspenso constante a través de una cuidada puesta en escena y una banda sonora atmosférica. La narrativa se despliega con un ritmo pausado, permitiendo al espectador absorber cada detalle, cada mirada, cada pequeña revelación. No obstante, el guion, si bien funciona bien en su conjunto, presenta algunas debilidades en cuanto a la profundidad de algunos personajes secundarios y en la resolución final de la trama, que, si bien coherente, carece de un impacto emocional duradero. La exploración de las motivaciones y el desarrollo psicológico de los personajes podría haber sido más extensa, para que el espectador se sintiera más plenamente involucrado en su destino. A pesar de esto, la película logra transmitir una sensación de incomodidad y desasosiego que perdura mucho después de que terminan los créditos.

Nota: 7/10