Sombrero de copa (1935)

“Sombrero de Copa” (Cockerel in the Cellar, su título original estadounidense) es una comedia musical de Frank Capra que, a primera vista, podría parecer una simple historia de amor y desengaño. Sin embargo, tras un análisis más profundo, se revela un estudio sofisticado sobre la naturaleza del talento, la infidelidad, el honor y las expectativas sociales en la Londres de la posguerra. Capra, a menudo asociado a comedias más sentimentales, aquí despliega una mirada más oscura y amarga hacia el mundo del espectáculo y sus personajes.

La película, situada en 1948, evoca un Londres vibrante y lujoso, aunque impregnado de una melancolía subyacente. La dirección de Capra es pulida y precisa, manejando la narrativa con soltura y creando una atmósfera visualmente atractiva. La fotografía, especialmente en las escenas nocturnas, es exquisita, capturando la luz y la sombra de la ciudad, y realzando la atmósfera de decadencia y glamour. Capra consigue, sin embargo, que la película no se sumerja en un sentimentalismo exagerado, manteniendo un equilibrio entre el humor y el drama.

El reparto es excepcional. Fred Astaire, en el papel de Jerry Travers, brilla con su habitual elegancia y gracia, pero esta vez, su actuación va más allá del entretenimiento superficial. Astaire logra transmitir la frustración y el desengaño de un artista que se siente acorralado por las expectativas y las mentiras. Gene Kelly, como el modisto Alberto Beddini, aporta una presencia imponente y un carisma irresistible. Su actuación, aunque a veces caricaturesca, es fundamental para el desarrollo de la trama. El contraste entre las personalidades de los dos protagonistas es uno de los puntos fuertes de la película.

La historia, aunque aparentemente sencilla, está llena de detalles y capas de significado. El guion, adaptado de la obra teatral homónima de John Lahr, no rehúye la crítica social. La manipulación y la doble vida de los personajes, la hipocresía de la sociedad londinense y el peso de las apariencias son temas centrales. El uso del disfraz, tanto literal como metafórico, es una herramienta poderosa para explorar las máscaras que utilizamos para proteger nuestros verdaderos sentimientos. El guion, aunque a veces un poco lento en algunos momentos, mantiene al espectador enganchado a la evolución de las circunstancias y al destino de los personajes.

Sin embargo, es importante señalar que la película no carece de defectos. Algunos diálogos son un poco torpes y la trama se vuelve algo predecible en el desarrollo final. A pesar de esto, la brillantez de las actuaciones y la dirección compensan con creces estas pequeñas fallas. “Sombrero de Copa” es, en definitiva, una comedia musical inteligente y sofisticada que merece ser vista y apreciada.

Nota: 7/10