Somersault (2004)

“Somersault” no es una película que te asalta al principio; es una que se infiltra lentamente en tu conciencia, dejando una resonancia persistente mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Esta aclamada producción australiana, que ha recolectado una impresionante cantidad de premios nacionales, se centra en la transición de una joven, Alex, a medida que explora la compleja y a menudo confusa esfera del amor y el deseo. La película, dirigida con una sensibilidad exquisita por Claire Holland, no es una historia de adolescentes tópica, sino un estudio introspectivo y honesto sobre el despertar sexual y emocional.

La dirección de Holland es el corazón palpitante de la película. Evita los clichés y las poses dramáticas, optando por un realismo crudo y una economía visual notable. Las escenas se construyen cuidadosamente, aprovechando la belleza natural de la costa australiana, no como un telón de fondo, sino como un reflejo del estado emocional de Alex. Holland permite que la cámara observe, que permanezca en silencio durante largos momentos, y que la paciencia sea la virtud predominante. Esta lentitud deliberada te obliga a conectar con la protagonista a un nivel más profundo, a sentir sus dudas, sus temores y sus anhelos. La fotografía es excepcional, con una paleta de colores vibrantes y una iluminación natural que contribuye a la atmósfera melancólica pero no desesperada que envuelve la película.

El guion, adaptado de una novela de Lisa Taddeo, no ofrece respuestas fáciles. En cambio, presenta una serie de experiencias que desafían a Alex a cuestionar sus propias ideas preconcebidas sobre el sexo y el amor. Las interacciones con varios personajes – un pescador, un profesor y un vecino – son sutiles y matizadas, sin recurrir a melodramas o situaciones fáciles. Las conversaciones son particularmente significativas, mostrando la inmensa dificultad para articular lo que sentimos y la frustración que puede surgir al intentar hacerlo. El guion se centra en la incomodidad, la vulnerabilidad y la búsqueda de la autenticidad. No hay un “villano” en la historia; la lucha es interna, una batalla con la propia percepción del deseo.

Las actuaciones son sobresalientes. Yaelan Naidoo, como Alex, ofrece una interpretación honesta y conmovedora. Su mirada transmite una mezcla de inseguridad, curiosidad y una creciente fuerza interior. Su evolución a lo largo de la película es notable, y logra que el espectador sienta cada paso de su camino. Las interpretaciones de los actores secundarios son igualmente impecables, aportando riqueza y profundidad a las dinámicas que se desarrollan en la pantalla. No se trata de nombres conocidos; el enfoque está en la naturalidad y la capacidad de transmitir emociones con un mínimo de adornos.

“Somersault” es, en definitiva, una película que te exige algo: tu atención, tu empatía y tu disposición a confrontar la complejidad de la experiencia humana. No es una película para todos, pero para aquellos que estén dispuestos a embarcarse en este viaje introspectivo, es una experiencia verdaderamente poderosa y memorable.

Nota: 8.5/10