Sonrisas y lágrimas (1965)

“Sonrisas y lágrimas” (The Sound of Music) no es, en esencia, una película sobre la Segunda Guerra Mundial, aunque la amenaza del conflicto austríaco y su inminente anexión a la Alemania nazi sea un telón de fondo constante y palpable. Es, antes que nada, una oda a la resiliencia humana, a la importancia del amor familiar y a la búsqueda de la felicidad incluso en las circunstancias más adversas. La película, dirigida con maestría por Robert Wise, logra un equilibrio delicado entre el melodrama y la comedia, logrando un resultado que sigue conmoviendo al público seis décadas después de su estreno.

La dirección de Wise es impecable en la creación de la atmósfera. Salzburg en 1938 se presenta como un lugar idílico, vibrante y lleno de vida. Los colores, la fotografía y la banda sonora, compuesta por Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II, se combinan para evocar una sensación de encantadora nostalgia. La película no se centra en la tragedia que se avecina, sino en la pequeña isla de felicidad que María (Charmian Carr) construye alrededor de los Von Trapp. Esta elección narrativa es crucial para el impacto emocional de la película. La forma en que Wise maneja las escenas de baile, las canciones y los momentos íntimos entre María y los niños es simplemente magistral, teje un tapiz de emociones que se aferra a tu memoria.

La película se apoya en actuaciones extraordinarias. Julie Andrews, en su papel inaugural como estrella de Hollywood, ofrece una interpretación de María que es a la vez exuberante y profundamente conmovedora. Su alegría es contagiosa, su bondad innegable y su vulnerabilidad palpable. Christopher Plummer, como el Capitán Von Trapp, entrega una actuación sutil pero poderosa. Al principio, se presenta como un hombre frío y distante, atormentado por el dolor, pero, a medida que la relación con María florece, vemos una transformación gradual que es tanto humana como inspiradora. El resto del reparto, especialmente las jóvenes Carrie Fisher, Eleanor Roosevelt (en una aparición memorable) y Natalie Wood, contribuyen a la riqueza y autenticidad de la historia.

El guion, adaptado de la obra teatral de Rodgers y Hammerstein, se distingue por su sencillez y honestidad. No intenta glorificar la guerra, sino que explora las consecuencias emocionales del conflicto y la importancia de valores universales como la familia, la fe y la esperanza. La trama, aunque arquetípica en algunos aspectos, es llevada a cabo con una sensibilidad que evita la sentimentalidad excesiva. La película logra conectar con el espectador a través de la universalidad de sus temas: el deseo de encontrar un lugar en el mundo, la importancia de la conexión humana y la capacidad de amar, incluso en medio del caos.

Aunque algunas partes de la película, por su propia edad, pueden parecer algo idealizadas, “Sonrisas y lágrimas” es un clásico atemporal. Su mensaje de optimismo y esperanza, combinado con una banda sonora inigualable y actuaciones memorables, la convierten en una experiencia cinematográfica gratificante y emotiva. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, siempre hay espacio para la risa y las lágrimas, y que la alegría, a menudo, se encuentra en los lugares más inesperados.

Nota: 8/10