Sospechoso cero (2004)

“Sospechoso Cero” no es una película que deja huella inmediata, sino que se arrastra, como un detective persistente, hacia la mente del espectador. Dirigida por Leigh Yawkey Goodman, la película se presenta como un thriller psicológico, con un núcleo de investigación criminal que, sin embargo, se ve empañado por una complejidad narrativa que, en última instancia, resulta más frustrante que satisfactoria. La premisa inicial, la investigación de una serie de asesinatos aparentemente aleatorios, es intrigante. El agente del FBI Thomas Mackelway (interpretado por un convincente Ben Foster) se sumerge en un caso que rápidamente se desvía de las rutinas de la persecución de criminales, adentrándose en un laberinto de alucinaciones, recuerdos fragmentados y, sobre todo, la propia paranoia.

La dirección de Goodman es metódica y, a veces, excesivamente contemplativa. El ritmo es deliberadamente lento, priorizando la atmósfera tensa y la exploración de la psique de Mackelway. Sin embargo, esta lentitud puede resultar un obstáculo para el espectador. Aunque la película intenta crear una sensación de desorientación similar a la que experimenta el protagonista, a menudo lo consigue a costa de la narrativa. Hay momentos en los que se siente que se está perdiendo el hilo, que las imágenes y los sonidos se repiten sin un propósito claro, y que la película se inclina demasiado hacia lo experimental, sacrificando el desarrollo de la trama. La fotografía, con tonos grises y saturaciones controladas, contribuye a la atmósfera sombría, pero a veces se siente fría y despersonalizada.

El corazón de la película reside, indudablemente, en la actuación de Ben Foster. Él personifica a Mackelway con una mezcla de vulnerabilidad y determinación, transmitiendo de manera efectiva el conflicto interno del agente a medida que sus realidades se difuminan. Foster es capaz de comunicar la angustia y el miedo de Mackelway a través de miradas y gestos sutiles, haciendo que el espectador se sienta profundamente involucrado en su tormento. El resto del elenco es competente, pero sus personajes son, en gran medida, secundarios a la experiencia del protagonista. La química entre los actores es correcta, pero no añade elementos significativos a la trama.

El guion, escrito por Goodman y Robert Chalef, es donde se encuentran los mayores problemas. Aunque la idea de explorar la subjetividad de la memoria y la influencia de la paranoia es interesante, la ejecución es inconsistente. El guion se enreda en detalles innecesarios y digresiones que interrumpen el flujo de la historia. La película parece intentar evocar a "Memento" o "Shutter Island", pero sin alcanzar la sofisticación o el impacto emocional de esas obras maestras. El final, en particular, es decepcionante, dejando muchas preguntas sin respuesta y generando una sensación de incomodidad innecesaria. Si bien la película puede ser interesante para aquellos que disfrutan de thrillers psicológicos complejos y poco convencionales, es probable que decepcione a los espectadores que buscan una narrativa más lineal y satisfactoria.

Nota: 6/10