Spider (2002)

“Spider” es una película inquietante y profundamente perturbadora que se instala bajo la piel del espectador como una maldición. Dirigida con una maestría visceral por Julian Mott, la película no busca ofrecer un entretenimiento ligero; se trata de una experiencia cinematográfica deliberadamente incómoda y, a la vez, notablemente potente. La atmósfera opresiva del East End londinense de los años sesenta, con sus calles empedradas y sombras alargadas, está perfectamente impregnada en la película, contribuyendo a la sensación de aislamiento y desesperación que domina la narrativa.

El núcleo de la película reside en la perturbadora inmersión en la mente de Arthur, interpretado magistralmente por Michael Fassbender. Fassbender, como siempre, ofrece una actuación de una intensidad impresionante. No se limita a interpretar un personaje; se convierte en Arthur, revelando una vulnerabilidad palpable que nos obliga a empatizar con su conflicto interno. Su rostro, marcado por la confusión y el dolor, es un documento visual de su descenso a la locura. La dirección de arte y el maquillaje son excepcionales, creando una apariencia física que refleja la fragilidad mental del protagonista, realzando la autenticidad de su sufrimiento.

La película se construye lentamente, permitiendo que la tensión se acumule gradualmente. El guion, escrito por Mott y Stuart Hazell, es brillante en su economía. Evita las explicaciones fáciles y se centra en la sugerencia, dejando que el espectador interprete las motivaciones y los eventos. La historia, aunque sencilla en su premisa, explora temas complejos como el trauma infantil, la memoria, la identidad y la naturaleza de la cordura. La película no rehúye de la violencia, pero ésta no es gratuita; siempre está ligada a la experiencia subjetiva del protagonista, una consecuencia lógica de su estado mental. La ausencia de diálogos innecesarios y la priorización de las imágenes hablan bien de la confianza depositada en la capacidad del público para comprender la situación.

La dirección de Mott es sobresaliente. Su uso del color, predominantemente en tonos apagados y grises, contribuye a la sensación de desasosiego. La cámara se mueve con deliberación, a menudo acercándose al rostro de Fassbender, intensificando la sensación de estar dentro de su cabeza. La banda sonora, minimalista y con elementos disonantes, complementa a la perfección la atmósfera opresiva de la película. “Spider” no busca ser un thriller psicológico convencional; es más bien un estudio sobre la mente humana, una exploración perturbadora de la fragilidad de la razón.

En definitiva, “Spider” es una obra cinematográfica ambiciosa y desafiante, que exige al espectador una participación activa. No es una película para todos los gustos, pero para aquellos dispuestos a sumergirse en su oscuridad, ofrece una experiencia inolvidable. Es una película que permanece contigo mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

Nota: 8/10