Splendor (1999)

“Splendor” es una película que se desliza bajo la superficie de una aparente historia de amor triangular para revelar una reflexión profunda y, a su vez, desconcertante sobre la búsqueda de la autenticidad y la dificultad de encontrar un lugar de pertenencia. La película de Andrew Haigh, con un estilo visual casi onírico y una atmósfera inquietante, no busca ofrecer respuestas fáciles al espectador, sino más bien desafiarlo a cuestionar sus propias ideas sobre el amor, la identidad y la felicidad.

El guion, adaptado de la novela homónima de Brian Evenson, se centra en Verónica (interpretada con una vulnerabilidad palpable por Clara Salaman), una joven que se encuentra atrapada en un complejo de relaciones emocionales que parecen alimentarse de la incertidumbre y el deseo. La historia, aunque podría parecer un cliché, se beneficia enormemente de la ambigüedad y la lentitud deliberada del ritmo narrativo. Haigh no se apresura a construir el drama; en cambio, opta por una acumulación gradual de momentos intensos y desconcertantes, que dejan al espectador a menudo con la sensación de estar al borde de la comprensión, sin nunca llegar realmente a ella.

La dirección de Haigh es, sin duda, el elemento más destacable de la película. La fotografía de Jasper Wolf es exquisita: una paleta de colores pastel, combinada con la luz tenue y los espacios interiores claustrofóbicos, crea una atmósfera que es a la vez hipnótica y perturbadora. Los planos largos, las tomas en primer plano y las ralentizaciones deliberadas intensifican la sensación de intimidad y de aislamiento de los personajes. La banda sonora, minimalista y evocadora, complementa perfectamente la estética visual de la película, contribuyendo a la construcción de un mundo narrativo onírico y ligeramente surrealista.

Las actuaciones son sólidas, pero especialmente Clara Salaman brilla como Verónica. Su capacidad para transmitir la complejidad de las emociones de su personaje – la alegría, el dolor, la confusión, el deseo – es impresionante. Abel (James Fiacco) y Zed (Frankie Corio) también ofrecen interpretaciones convincentes, logrando que el espectador comprenda, al menos en parte, la atracción y el conflicto que se viven en sus respectivas relaciones con Verónica. La dinámica entre los tres actores es naturalmente tensa, y se transmite a través de miradas, gestos y diálogos cuidadosamente elaborados.

Sin embargo, "Splendor" no está exenta de ciertas fallas. A veces, la deliberada ambigüedad puede resultar frustrante para el espectador que busca una resolución clara a la trama. El final, particularmente, puede resultar enigmático para algunos, aunque para mí fue precisamente lo que más resonó con la naturaleza fluida y a veces caótica de las relaciones que explora la película. La película es una experiencia contemplativa, que invita a la reflexión sobre las prioridades y la búsqueda de la felicidad, más que ofrecer una respuesta definitiva. Es una obra que, una vez terminada, permanece en la mente, generando debates y preguntas.

Nota: 7/10