“St. Vincent” (2014) no es una comedia ligera; es un retrato complejo y sorprendentemente conmovedor de la desorientación juvenil y la búsqueda de significado en un mundo que se ha roto. Chris Wickman, el director, se atreve a romper la expectativa de un primer vistazo, ofreciendo una película que, inicialmente, podría ser clasificada como una divertida broma sobre un niño molesto. Sin embargo, rápidamente se transforma en una exploración introspectiva de las complejidades de la paternidad, la guerra y la naturaleza humana.
La película se centra en Oliver (Gus Reynolds), un niño de 12 años que, tras el divorcio de sus padres, se muda con su abuela, la Sra. Davis (Bill Murray). Oliver, lidiando con la pérdida de su antigua vida y el dolor del divorcio, se muestra abiertamente desagradable y rebelde. La llegada de Vincent (Bill Murray, en una actuación magistral), un veterano de la Guerra de Vietnam con una ética cuestionable y un sentido del humor negro peculiar, desencadena una dinámica hilarante y, a la vez, subversiva. Murray no solo ofrece un retrato memorable de un personaje marginado, sino que también logra comunicar una profunda melancolía y una soledad silenciosa que se esconden tras su fachada de misántropo.
Lo que distingue a "St. Vincent" de muchas comedias centradas en niños es la profundidad con la que explora la relación entre Oliver y Vincent. La película no se limita a la comedia slapstick; la relación evoluciona con una sutileza impresionante. Vincent, lejos de ser un mero antagonista, se convierte en un mentor inesperado para Oliver, enseñándole lecciones de vida no tradicionales pero valiosas. Wickman evita la fácil solución moralizante, mostrando cómo la influencia de Vincent puede ser tanto problemática como enriquecedora. El guion, coescrito por Wickman y Dan Silverman, es inteligente y evita caer en clichés. Las secuencias de "confrontación" entre Oliver y Vincent son particularmente bien construidas, creando momentos de tensión genuina con un toque absurdo y, a veces, inquietante.
La dirección de Wickman es cuidadosa y atmosférica. Utiliza la fotografía para capturar la sensación de desorden y pérdida que envuelven a Oliver. La banda sonora, con piezas instrumentales con un aire melancólico, contribuye a la atmósfera general de la película. Además, las actuaciones de Reynolds como Oliver y del resto del reparto son sólidas, dando vida a los personajes con autenticidad y sensibilidad. La película no rehúye la complejidad de la situación, mostrando las dificultades que Oliver enfrenta y la honestidad brutal con la que se relaciona con sus figuras adultas. Es una película que invita a la reflexión y a cuestionar las ideas preconcebidas sobre la familia y la paternidad.
Nota: 8/10