Starman (1984)

“Starman” (1984) no es solo una película de ciencia ficción; es una conmovedora fábula sobre la pérdida, la soledad y el poder transformador del amor, disfrazada de un encuentro intergaláctico. Dirigida por John Carpenter, la película se erige como una joya atemporal que, a pesar de su trama sencilla, ofrece una experiencia cinematográfica rica en matices emocionales y una atmósfera palpable de melancolía.

La película se centra en el personaje de Starman, interpretado magistralmente por Jeff Bridges. Bridges, con su característico tono lacónico y su mirada penetrante, captura a la perfección la esencia de un ser extraterrestre en un viaje de autodescubrimiento. Su Starman no es un conquistador o un invasor; es un ser curioso y vulnerable, fascinado por la complejidad de las emociones humanas, particularmente el amor y el duelo. La transformación física que experimenta el alienígena, imitando la apariencia de un difunto, es un dispositivo narrativo inteligente que permite a Carpenter explorar la idea de la memoria y el legado, además de subrayar la conexión emocional que se establece entre Starman y Jenny.

Ally Sheedy ofrece una actuación igualmente destacada como Jenny Hayden, una joven viuda que lucha contra la depresión y la desolación tras la muerte de su esposo. Sheedy transmite la desesperación y el aislamiento de Jenny con una autenticidad convincente, mientras que, a la vez, demuestra una sorprendente capacidad para generar empatía con el extraño visitante. La química entre Bridges y Sheedy es el corazón latente de la película, un diálogo silencioso que se construye a través de miradas, gestos y, sobre todo, la lentitud de la comprensión mutua. La relación que surge no es romántica en el sentido convencional; es una conexión basada en la vulnerabilidad compartida y la búsqueda de un propósito en medio del dolor.

El guion, coescrito por Harry Leckett y Douglas Wick, es sorprendentemente sutil. Carpenter evita los clichés del género y se enfoca en la construcción de personajes complejos y en el desarrollo de una historia humana, donde la ciencia ficción es simplemente el marco para una reflexión sobre la naturaleza humana. La dirección de Carpenter es precisa y elegante, favoreciendo una estética visual sobria pero efectiva. Las localizaciones, en gran parte rurales de Wisconsin y Arizona, contribuyen a crear una atmósfera de calma y soledad, intensificando el impacto emocional de la película. El ritmo pausado permite al espectador sumergirse en la historia y en la evolución del personaje de Starman, a quien lentamente se le permite acceder a las emociones que antes eran incomprensibles.

En definitiva, "Starman" es una película que persiste en la memoria por su capacidad para despertar emociones genuinas. No es una película para ser observada activamente; es una experiencia emocional que se siente, y suena suavemente en el interior, mucho después de que los créditos finales hayan pasado. La película es un recordatorio poderoso de que el amor puede surgir de los lugares más inesperados y que, a veces, lo más importante es simplemente estar presente para los demás.

Nota: 8/10