Stella. Víctima y culpable (2024)

“Stella. Víctima y culpable” es un relato devastador y, a la vez, profundamente humano sobre la resistencia silenciosa y el precio del deseo en la Alemania nazi. La película, dirigida con una sensibilidad notable por Marina Devanedjian, no se limita a ser una recreación histórica, sino que se adentra en el alma de una joven que lucha por mantener viva la esperanza en un mundo que le niega la libertad y la oportunidad. La película se centra en Stella, interpretada con una vulnerabilidad conmovedora por Liv Ullmann, una actriz que se entrega por completo al papel, transmitiendo la angustia interna y la determinación de la protagonista con una sutileza impresionante.

La historia se desarrolla con un ritmo deliberado que permite al espectador establecer una conexión íntima con Stella. No hay explosiones grandilocuentes o secuencias de acción, sino una gradual y dolorosa erosión de la vida de la joven, que se ve obligada a renunciar a sus sueños de cantante de jazz, relegada a un papel secundario en la vida de su familia. La película explora la paradoja de un régimen que pretende anular la individualidad, pero que, paradójicamente, desencadena la mayor expresión de la resistencia en las vidas de sus ciudadanos. Stella, a pesar del miedo constante y la paranoia, se aferra a su pasión, un acto de rebeldía silenciosa que le convierte en una víctima y una culpable a la vez: víctima de las circunstancias, culpable de no poder ser quien quiere ser.

La dirección de Marina Devanedjian es exquisita. La película utiliza la fotografía de Laurent Lotia para crear una atmósfera de opresión y melancolía, con la ciudad de Berlín de 1944 representada como un laberinto de sombras y secretos. Los colores apagados y las escenas nocturnas intensifican la sensación de desesperación, mientras que los espacios interiores, a menudo claustrofóbicos, reflejan la encierro emocional y físico de la protagonista. La banda sonora, compuesta por Thomas Fehlmann, es igualmente efectiva, utilizando melodías inquietantes y disonantes que acompañan la angustia de Stella.

El guion, adaptado de la novela homónima de Jean-Michel Laboure, es inteligente y evita los clichés del género histórico. Se enfoca en los detalles cotidianos de la vida bajo el régimen nazi, mostrando la complejidad de las relaciones familiares y el impacto de la guerra en la vida de las personas comunes. La película no ofrece respuestas fáciles ni soluciones simplistas, sino que se limita a presentar una visión realista y conmovedora de la experiencia humana en tiempos de adversidad. Es una película que te hace reflexionar sobre la importancia de la memoria, la resiliencia y la capacidad de soñar a pesar de todo.

La interpretación de Ullmann es, sin duda, el corazón de la película. Su habilidad para transmitir la fragilidad y la fortaleza de Stella es excepcional. Compartiendo el escenario, Jonas Akkermans asume el papel de su padre con una dignidad tranquila pero dolorosamente marcada por la responsabilidad. La película, por lo tanto, se erige como un testimonio silencioso de la resistencia individual en el corazón de una época oscura.

Nota: 8/10