Steve Jobs: The Man in the Machine (2015)

“Steve Jobs: The Man in the Machine”, la nueva película de Alex Gibney, no es solo un biopic; es un exorcismo, una intento de comprender la complejidad de un hombre que, a pesar de su omnipresencia en la cultura moderna, permanecía envuelto en un aura de misterio. Gibney no se contenta con relatar la biografía tradicional de Steve Jobs, sino que se sumerge en las contradicciones internas que lo definieron: su genio brillante combinado con una personalidad a menudo despiadada, su obsesión por la perfección y su capacidad para la crueldad. La película, lejos de glorificar al fundador de Apple, nos presenta a un hombre atormentado por su pasado, por sus fracasos y por la constante necesidad de control.

La dirección de Gibney es, como siempre, impecable. Construye una narrativa no lineal que alterna entre escenas clave de su vida –el encuentro con Mike Markkula, la creación de la primera Macintosh, la controvertida llegada de NeXT– y flashbacks que exploran sus traumas infantiles, su relación turbulenta con su padre y su lucha contra el cáncer. Esta estructura, aunque a veces puede sentirse un poco desorientadora, sirve para ilustrar la progresiva desintegración emocional de Jobs y su incapacidad para conectar verdaderamente con los demás. El uso de imágenes en blanco y negro para los flashbacks es particularmente efectivo, otorgando a estos momentos una atmósfera de pesadilla y subrayando la fragilidad del hombre detrás del mito.

Las actuaciones son notables. Michael Fassbender, como Steve Jobs, ofrece una interpretación que va más allá de la simple imitación de su apariencia física. Nos entrega una versión de Jobs que es a la vez enigmática e incomprensible. Sus movimientos, su mirada, su forma de hablar; todo transmite un aire de intensidad y, a veces, de arrogancia. Joshua Henry, como Steve Wozniak, proporciona un contrapunto necesario, mostrando un lado más humano y vulnerable de la figura de Jobs, lo que añade profundidad a la relación entre ambos. La dinámica entre Fassbender y Henry es el corazón emocional de la película.

El guion, en gran medida basado en las memorias de Andrew s. Grove, el antiguo CEO de Intel, se centra en el proceso creativo de Jobs, su búsqueda obsesiva de la perfección y su tendencia a microgestionar cada aspecto de sus productos. Pero la película también se atreve a cuestionar el legado de Jobs, examinando las consecuencias negativas de su estilo de liderazgo y su falta de empatía. No se trata de una película que condene a Jobs, sino de una que invita a la reflexión sobre la ambición desmedida y el costo personal de la innovación. Aunque algunos momentos pueden resultar algo densos y la película podría haber beneficiado de un ritmo más ágil, la complejidad de la narrativa y la honestidad con la que se aborda el personaje compensan las fallas. Es una película que se queda contigo mucho después de que terminan los créditos, obligándote a cuestionar las verdaderas motivaciones de un hombre que cambió el mundo, pero a veces, de forma dolorosa.

Nota: 8/10