Stopmotion (2024)

“Stopmotion” es un trabajo visceral y profundamente perturbador, una meditación sobre el duelo, la manipulación familiar y la dificultad de encontrar la propia voz en medio del silencio de una figura ausente. La película, dirigida con una mano firme y casi clínica por Gabriel Escalante, no ofrece consuelo ni soluciones fáciles; simplemente nos expone al torbellino emocional de su protagonista, una joven animadora que, tras la muerte de su madre, se sumerge en la creación de una película macabra y evocadora de marionetas.

El guion, aunque lento en algunos momentos, es notablemente inteligente. Evita los clichés del melodrama y se centra en la atmósfera y en la relación disfuncional entre la hija y la madre. La manipulación que ejercía la madre, un juego de control y de expectativas implacables, se vuelve tangible en el proceso creativo de la protagonista. La necesidad de crear, de reaccionar, de exorcizar sus propios miedos a través de la animación, es la fuerza impulsora que la lleva a construir un universo paralelo de sombras y figuras grotescas. No se trata de una crítica a la manipulación en sí, sino de la desesperación que genera y la dificultad de liberarse de su influencia.

La dirección de Escalante es el corazón de la película. Su uso del stop motion es magistral, pero no como un simple recurso estilístico. Se convierte en un lenguaje visual que acompaña y amplifica la angustia del protagonista. Las imágenes son deliberadamente inquietantes, con un encuadre preciso y una paleta de colores apagada, en gran medida dominada por el negro y el gris. La fotografía, ejecutada con maestría por César M. Ruiz, contribuye a crear un ambiente opresivo y claustrofóbico, que refleja el estado mental de la protagonista. La banda sonora, minimalista y a menudo silente, refuerza esa sensación de vulnerabilidad.

El trabajo de la actriz principal, Lucía Jiménez, es excepcional. Su interpretación es sutil y cautivadora, transmitiendo con precisión la confusión, el dolor y la rabia contenida del personaje. No recurre a grandilocuencias teatrales, sino que se apoya en la mirada y en la expresión corporal para comunicar la complejidad de su personaje. El resto del elenco es parco en recursos, pero sus interpretaciones son suficientes para aportar verosimilitud a la narrativa.

“Stopmotion” es una película que no dejará indiferente. Es un ejercicio de introspección cinematográfica que exige atención y que recompensa al espectador con una experiencia emocionalmente intensa. Su lentitud, su oscuridad y su estilo particular pueden resultar difíciles de digerir para algunos, pero para aquellos que estén dispuestos a dejarse llevar por su atmósfera, la película ofrece una mirada honesta y desgarradora al proceso de duelo y al poder de la creatividad como medio de escape. No es una película fácil, pero sí, profundamente memorable.

Nota: 8/10