Strangerland (2015)

“Strangerland” no es una película que te sorprenda con giros argumentales o efectos especiales grandilocuentes. En lugar de eso, ofrece una experiencia visceral, lenta y perturbadora que se instala en la mente como un eco persistente. La película, dirigida por Sam Taylor-Johnson, se enfoca en la desintegración de una pareja, Sarah y Ben, tras la desaparición inexplicable de sus hijos adolescentes en el inmenso y hostil Outback australiano. Desde el principio, la atmósfera es opresiva, permeada por la soledad y el silencio que caracterizan ese paisaje desolador. El director maneja magistralmente el espacio, utilizando la vastedad del Outback no solo como escenario, sino como un reflejo del abismo emocional que Sarah y Ben se enfrentan.

El guion, adaptado de la novela de Nicola Sly, es preciso y se basa en la construcción gradual de la tensión. Se evita la sobreexposición, dejando que los espectadores, como los protagonistas, se sientan perdidos y confundidos. La película no ofrece respuestas fáciles ni explicaciones claras, lo que, paradójicamente, contribuye a su impacto. En lugar de buscar la resolución narrativa, Taylor-Johnson se centra en las dinámicas familiares, la desconfianza y los miedos que emergen cuando la normalidad se ve destrozada. Hay momentos de diálogo sutil pero cargados de significado, que revelan las profundidades del vínculo entre Sarah y Ben, aunque sea un vínculo roto por la desesperación. La historia no es un thriller convencional; es una exploración de la fragilidad de la relación familiar y la capacidad humana para el sacrificio y la locura.

Las actuaciones son excepcionales. Florence Pugh, como Sarah, entrega una interpretación poderosa y conmovedora. Su rostro, en constante transformación, refleja la agitación interna de una mujer al borde del colapso. Pugh logra transmitir con sutileza la mezcla de incredulidad, culpa, desesperación y, en algunos momentos, una determinación férrea. Robert Pattinson, por su parte, interpreta a Ben con una quietud melancólica que es igualmente impactante. Su personaje, inicialmente aparentemente apacible, se sumerge gradualmente en la paranoia y la sospecha, creando una dinámica tensa y convincente con Pugh. No se trata de actuaciones grandiosas, sino de interpretaciones íntimas y honestas que ayudan a dar vida a personajes complejos y falibles. El resto del elenco, aunque con papeles menores, contribuye a la atmósfera general, aportando autenticidad a las escenas secundarias.

La película no es para todos los gustos. Su ritmo pausado y su enfoque en la atmósfera en lugar de la acción la convierten en una experiencia cinematográfica que exige paciencia y cierta predisposición. Sin embargo, aquellos que se sumergen en su mundo encontrarán una película estimulante, provocadora y con un impacto emocional duradero. "Strangerland" es una meditación sobre el amor, la pérdida y la oscuridad que puede acechar incluso en los lugares más recónditos del mundo. Es una película que te hace cuestionar la percepción de la realidad y te obliga a confrontar tus propios miedos. Al final, la película no busca dar respuestas, sino explorar el camino que lleva a la desesperación y la búsqueda de la verdad, incluso cuando esta última se muestra esquiva.

Nota: 7/10