Sueños eléctricos (1984)

“Sueños eléctricos” (Severance), la nueva propuesta de Ben Stiller, es un thriller psicológico inquietante y profundamente reflexivo que se ancla en una premisa original y, a pesar de su lenta evolución, logra mantener la atención del espectador. La película no se centra en la acción convencional, sino en la exploración de la identidad, la memoria y la naturaleza de la conciencia a través de una narrativa que, inicialmente, podría parecer algo lenta, pero que rápidamente se revela como meticulosamente construida y sumamente efectiva.

La dirección de Stiller es soberana. Transmite una atmósfera de constante tensión, no a través de sustos baratos, sino mediante el uso magistral de la iluminación, la fotografía y el montaje. La película se construye en ángulos y perspectivas inusuales, que reflejan la desorientación y la fragmentación mental de sus protagonistas. La estética, con sus colores apagados y su diseño de producción minimalista y funcional, contribuye a generar una sensación de estrangulamiento, como si el mundo del protagonista, Mark Sjoblom (Adam Scott), fuera una prisión cuidadosamente diseñada. La película es un ejercicio de control visual, que resulta excepcionalmente impactante.

La actuación de Adam Scott es, sin duda, el corazón de la película. Su interpretación de Mark es sutil pero poderosa, capturando la desesperación, la confusión y la creciente angustia de un hombre que lucha por aferrarse a su propia identidad. La química entre Scott y Britt Lower, quien interpreta a Helly R, la nueva empleada del sector Lumon, es igualmente notable. Ambos ofrecen interpretaciones convincentes, con una tensión palpable en cada interacción. No obstante, también merece especial mención John Turturro, que ofrece una interpretación llena de matices y emociones. La profundidad de sus personajes es sorprendente y les otorga un peso dramático significativo.

El guion, adaptado de la novela homónima de Casey Hartzell, se centra en un concepto fascinante: la “separación”, un procedimiento laboral que divide la vida personal y profesional de los empleados de Lumon. La idea de crear dos identidades separadas, una para el trabajo y otra para la vida privada, es perturbadora y plantea preguntas cruciales sobre la ética del trabajo, la alienación y la búsqueda de significado. El guion no ofrece respuestas fáciles, sino que invita al espectador a reflexionar sobre estos temas. Si bien el ritmo puede resultar pausado en algunos momentos, la inteligencia y la profundidad de las ideas exploradas compensan con creces cualquier posible lentitud. La construcción del mundo de Lumon, con sus protocolos absurdos y su jerga incomprensible, es una joya de la escritura, generando un efecto de surrealismo inquietante. La película explora la deshumanización inherente a las corporaciones modernas de una forma particularmente efectiva.

Aunque la película no es una obra maestra sin paliativos, “Sueños eléctricos” es una propuesta original, inteligente y profundamente perturbadora que merece ser vista. Es una película que te queda grabada en la mente mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

Nota: 8/10