“Suite francesa” (Suite française) es una película que, lejos de ser una épica narración de la Resistencia, opta por una intimista y, en cierto modo, melancólica exploración de los efectos del conflicto en la vida cotidiana. La película, dirigida con maestría por Patrice Reniers, se adentra en la rutina claustrofóbica de Lucile Angellier, interpretada de una manera devastadora por Léa Seydoux, una mujer que se ve atrapada en un torbellino de ansiedad y resentimiento. La historia se centra, principalmente, en la relación conflictiva entre Lucile y su suegra, una mujer severa y poco comprensiva que la mantiene en un estado de constante tensión.
Lo que distingue a “Suite francesa” de muchas otras películas de la época es su enfoque en la desconexión de sus personajes con la realidad del conflicto. La ocupación alemana se manifiesta en la película a través de la llegada de un pequeño regimiento de soldados que ocupan los hogares locales. Sin embargo, el terror y la lucha que caracterizan a la época no invaden directamente la vida de Lucile; más bien, la película explora las consecuencias psicológicas de la ocupación a nivel personal. La llegada de Bruno, un oficial alemán de gran elegancia y discreción, representa un catalizador para el cambio en la vida de Lucile. No es un villano caricaturesco, sino un hombre con una humanidad sutil, lo que añade una capa de complejidad a la relación entre ambos. Seydoux, como ya se ha mencionado, ofrece una interpretación magistral, transmitiendo con sutileza la desesperación, la incertidumbre y el creciente despertar de Lucile.
El guion, adaptado de una novela de Annie Frisch, es notablemente cuidadoso en la construcción del ambiente. Se presta atención a los detalles más pequeños, desde la decoración de los hogares hasta la comida en la mesa, para pintar un cuadro vívido y realista del pueblo francés bajo ocupación. El ritmo, deliberadamente pausado, permite al espectador sumergirse en la mente de Lucile, en sus pensamientos y sus miedos. No se apresura a ofrecer respuestas fáciles o a glorificar la Resistencia; en cambio, se centra en la experiencia individual del sufrimiento y la supervivencia. El uso de la fotografía es exquisito, con tomas largas y contemplativas que enfatizan la soledad y la angustia de la protagonista. La paleta de colores, mayormente apagada, refuerza la atmósfera opresiva de la película.
Sin embargo, la película no está exenta de ciertas debilidades. El desarrollo de la trama se centra casi exclusivamente en la relación entre Lucile y Bruno, lo que puede resultar un tanto repetitivo en ciertos momentos. Además, la película, por su enfoque en la intimidad, podría haber explorado más a fondo las implicaciones de la ocupación en la comunidad local, aunque la subtrama con los refugiados que llegan al pueblo ofrece algunos momentos de esperanza y humanidad. A pesar de esto, "Suite francesa" es una película profundamente conmovedora y visualmente impactante que plantea preguntas importantes sobre la naturaleza del miedo, la resiliencia y el impacto del conflicto en la vida humana. Es un retrato honesto y a la vez doloroso de la guerra desde una perspectiva poco común: la de una mujer atrapada entre la sumisión y la esperanza.
Nota: 8/10