Superagente Cody Banks 2: Destino Londres (2004)

“Superagente Cody Banks 2: Destino Londres” es, en esencia, un ejercicio de autoconocimiento para el espectador: una de las pocas películas en la historia del cine que parece deliberadamente buscar la menor cantidad de sentido posible. La película, que se debate entre el juvenil thriller de espías y la comedia pastelera, carece de la gracia inesperada que le habría dado una ejecución más atenta a sus propias debilidades. La premisa –un agente de la CIA, obligado a infiltrarse en una escuela de música de Londres para recuperar un dispositivo de control mental– es interesante, pero la película la convierte en algo caótico y, lamentablemente, poco divertido.

La dirección de Todd Phillips, conocido por “Los Ángeles de Charlie”, está a medio camino. Logra crear algunos momentos visualmente interesantes, especialmente en las secuencias de acción, aunque estas se ven a menudo eclipsadas por la sobrecarga de información y la falta de una coreografía más pulida. La banda sonora, como es habitual en este tipo de producciones, es un elemento importante, aunque su uso es a veces excesivo, intentando compensar las deficiencias del guion. Hay cierta ambición en el diseño de producción, con una Londres sutilmente representada, pero la trama carece de peso suficiente para justificar la escala de los escenarios.

La actuación de Josh Peck como Cody Banks es, como de costumbre, competente, aunque no particularmente memorable. Le falta un brillo que pudiera haber elevado la película por encima de lo banal. Sin embargo, Anthony Anderson como Derek, el instructor de Cody, es el verdadero punto fuerte. Anderson aporta una energía contagiosa y un humor que, a veces, salva a la película del aburrimiento. Su personaje, con su torpeza y su deseo de redención, ofrece momentos genuinamente divertidos, demostrando que, a pesar del cliché del espía adolescente, también hay potencial para el personaje secundario.

El guion es, sin duda, el mayor problema de la película. Las subtramas se desarrollan de manera apresurada, los diálogos son excesivamente expositivos y la lógica de la trama se desmorona con frecuencia. La idea de que un agente de la CIA se hace pasar por cocinero de un internado es simplemente absurda, y la película no se molesta en explorar las consecuencias lógicas de esa decisión. Las escenas de acción, aunque en ocasiones son entretenidas, están integradas de forma torpe en la narrativa. Se siente como si la película estuviera tratando de ser muchas cosas a la vez, y al final no logra ser ninguna de ellas con éxito.

En definitiva, “Superagente Cody Banks 2: Destino Londres” es una película olvidable, un entretenimiento ligero que puede ser aceptable para un público adolescente en una noche de cine casual, pero que no ofrece nada nuevo o particularmente interesante a un público más exigente. Una película sin pretensiones, donde el concepto, a veces, resulta más atractivo que su ejecución.

Nota: 4/10