“Supercapitalista” es una película que te deja con una sensación de inquietud persistente, como si después de salir del cine te sintieras ligeramente desorientado y cuestionando la ética de tu propia existencia. La dirección de Rob Wasserman es notablemente ambiciosa, creando una atmósfera claustrofóbica y opresiva en Hong Kong, que contrasta fuertemente con la brillantez tecnológica y la aparente abundancia del lugar. No se limita a mostrar la ciudad, sino que la utiliza como un personaje más, un espejo deformante de la voracidad capitalista y el vacío emocional que puede generar la búsqueda incesante de la riqueza. La banda sonora, con piezas minimalistas pero intensas, acentúa esta tensión, subrayando la soledad del protagonista y la desesperación que lo consume.
El núcleo de la película se centra en Miles, interpretado con una intensidad magnética por el actor Ben Whishaw. Whishaw logra un retrato excepcionalmente matizado de un hombre consumido por la ambición y la racionalidad fría. Su Miles es un personaje complejo, profundamente inteligente pero terriblemente incomprendido. No es un villano típico; su motivación no es simplemente la ganancia material, sino una necesidad casi visceral de dominar y comprender el sistema. Es un hombre que busca la lógica dentro de un mundo caótico, aunque esa lógica lo lleve a consecuencias devastadoras. Su mirada, a menudo distante y analítica, revela una profunda tristeza y un anhelo inalcanzable.
El guion, adaptado de la novela homónima de Chuck Palahniuk, es deliberadamente inquietante y, a veces, frustrante. No ofrece respuestas fáciles ni soluciones cómodas. Presenta una visión nihilista de la sociedad moderna, donde la competencia despiadada y la búsqueda implacable del éxito pueden destruir la moralidad y la empatía. La película no juzga a sus personajes, sino que les presenta como víctimas de un sistema que los deshumaniza. Sin embargo, la sutileza del guion a veces se vuelve demasiado contemplativa, dejando ciertas conexiones y motivaciones de los personajes incompletamente exploradas. La película se pierde en la descripción de la arquitectura de la fortuna, descuidando un poco el impacto emocional de sus decisiones.
A pesar de estas pequeñas fallas, “Supercapitalista” es una película provocadora que desafía al espectador a cuestionar sus propios valores y la dirección que le da a su vida. No es una película fácil de ver, pero ofrece una reflexión valiosa sobre la naturaleza de la ambición, la ética y el significado en un mundo obsesionado con el capital. La fotografía, con sus contrastes entre la oscuridad y la luz, los espacios abiertos y los callejones estrechos, es un componente esencial para la atmósfera general de la película. El guion, aunque a veces algo lento, se beneficia enormemente de la actuación impecable de Whishaw y la dirección cuidadosa de Wasserman. Es una película que te persigue mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.
Nota: 7.5/10
