Superfly (2018)

La reciente adaptación de 'Superfly' (2024) es una película que se enfrenta a una tarea monumental: honrar el legado de Curtis Mayfield y su obra original de 1972. El nuevo filme, dirigido por Andrew Semans, no busca simplemente reinterpretar la historia, sino que, en muchos aspectos, la desmantela y la reconstruye con una sensibilidad que, aunque efectiva, resulta también profundamente inquietante. La película se centra en Julian Silver, interpretado con una intensidad palpable por Forest Whitaker, un traficante de cocaína de alto nivel que, al borde de la jubilación, decide realizar una última, y extremadamente lucrativa, operación antes de desaparecer para siempre. Pero la premisa, tan simple como inquietante, se complica de maneras inesperadas y, en última instancia, se convierte en un estudio sobre la adicción, la pérdida de control y la inescapable sombra del pasado.

Whitaker, como siempre, ofrece una actuación magistral. Su Julian no es un villano caricaturesco, sino un hombre consumido por una compulsión implacable, atrapado en un ciclo de violencia y destrucción que no puede romper. La dirección de Semans se distingue por su meticulosa atención al detalle, utilizando un ritmo deliberadamente lento y claustrofóbico para sumergir al espectador en la mente tormentosa del protagonista. Las secuencias de acción, aunque escasas, son ejecutadas con una brutalidad realista que contrasta con la atmósfera general de desesperación. La película se apoya en un uso impecable del color, empleando una paleta cromática fría y apagada que refleja la desolación y la corrupción del mundo de Julian. La fotografía, realizada por Bobby Barrett, es especialmente notable, empleando ángulos de cámara inusuales y composiciones que transmiten la sensación de opresión y aislamiento.

El guion, aunque inteligente y con momentos de brillantez, es donde la película más radicalmente se aleja del original. Si bien la esencia de la historia se mantiene –un último trato, una oportunidad para escapar, la inevitabilidad del colapso–, los detalles y las motivaciones de los personajes se exploran de una forma mucho más compleja y, a veces, oscura. La película no se molesta en justificar las acciones de Julian; lo presenta como un ser irremediablemente marcado por su pasado. La banda sonora, inspirada en la original, refuerza este sentido de fatalidad, pero también añade una capa de melancolía que evoca el blues y el soul. Sin embargo, la decisión de centrarse tanto en la psicología del personaje principal puede resultar, en ocasiones, excesiva, dejando a los personajes secundarios con menos desarrollo y a la historia, en general, un poco plana. La película tiene una densidad emocional que, aunque poderosa, puede resultar abrumadora para algunos espectadores.

En definitiva, ‘Superfly’ (2024) es una obra ambiciosa y perturbadora que, lejos de ser una simple copia, ofrece una nueva perspectiva sobre una historia icónica. Es una película que exige una mirada atenta y reflexiva, y que no dejará indiferente al espectador. No es perfecta, y quizás algunos elementos de la historia se sienten sacrificados en aras de la profundidad psicológica, pero su valentía y su honestidad son innegables. Es un trabajo cinematográfico que, sin duda, merece ser visto y debatido.

Nota: 7.5/10