“Suspense” (1973), de Sir Alfred Hitchcock, no es solo una película de terror, sino un estudio psicológico inquietante que explora la fragilidad de la cordura y los límites entre la realidad y la percepción. El director, maestro en manipular la atmósfera y generar tensión, entrega una obra maestra que sigue siendo impactante décadas después de su estreno. La película no depende de sustos fáciles, sino que construye una atmósfera de suspense constante, utilizando magistralmente la anticipación y el silencio para crear una sensación de incomodidad que se instala en el espectador.
La historia se centra en la joven y meticulosa Miss Greta Bell (Jessica Tandy), contratada para educar a los hermanos Samuel y Fanny (Mark Lester y Gene Tierney), orfandos y con un pasado turbio. Desde el principio, la meticulosidad de Miss Bell se convierte en un arma de doble filo: su deseo de imponer orden y disciplina se choca frontalmente con la evidente inquietud de los niños y la presencia de una serie de objetos y sucesos inexplicables. Hitchcock no nos da respuestas fáciles. La película no explica el origen de la maldad, sino que la deja en el terreno de la sugerencia, permitiendo que el espectador interprete la realidad a través de los ojos de Greta. Esta ambigüedad es la clave del éxito de la película y lo que la hace tan memorable.
Jessica Tandy ofrece una actuación simplemente impecable. Su interpretación de Miss Bell es sutil y aterradora. Su mirada, su postura, su voz, todo contribuye a transmitir la creciente paranoia y la pérdida de control que experimenta la protagonista. Mark Lester y Gene Tierney, aunque menos complejos como personajes, ofrecen actuaciones honestas y convincentes, reflejando la vulnerabilidad y el desconcierto de los niños. La química entre los tres actores es fundamental para el desarrollo de la tensión dramática. Además, la fotografía de Robert Prickett, con sus tonos apagados y la utilización de la luz y la sombra, es esencial para recrear la atmósfera opresiva de la mansión.
El guion, adaptado de la obra de la escritora Angela Carter, es un ejemplo de cómo Hitchcock utiliza la sugerencia y la ambigüedad para crear un impacto duradero. La historia no se basa en revelaciones repentinas, sino en una acumulación gradual de pistas que alimentan la paranoia de la protagonista y la sensación de que algo siniestro acecha en la mansión. El ritmo es deliberadamente lento y pausado, lo que permite al espectador sumergirse en la atmósfera de la película y experimentarla plenamente. La película explora temas profundos como la infancia, la pérdida, el trauma y la influencia del pasado, elementos que, junto con la maestría técnica de Hitchcock, la convierten en un clásico del cine de terror psicológico. Es una película que, incluso hoy en día, te hace pensar y sentir.
Nota: 8.5/10