Sweat (2021)

“Sweat” es, sobre todo, un ejercicio de empatía visual, una mirada incisiva a la fragilidad que se esconde tras la fachada brillante de la fama en las redes sociales. La película no se trata de una sobredosis de clichés de la cultura digital, sino de explorar la anhelo de conexión genuina de Sylwia Zajac, interpretada magistralmente por Olena Poptilova. A través de tres días comprimidos en su vida, nos sumergimos en la rutina frenética de la motivadora de fitness, una figura casi de culto con una legión de seguidores devotos. La dirección de Torre Pedersen maneja con notable sutura la tensión entre la imagen pública que proyecta y la realidad mucho más compleja que late en su interior. El ritmo, deliberadamente pausado, permite al espectador respirar y, a su vez, presenciar la acumulación de inquietudes en el personaje.

Poptilova ofrece una actuación creíble y conmovedora. Su Sylwia es vulnerable, castigada por una vida que se siente en gran medida construida sobre promesas vacías. La mirada, en particular, es fundamental. En ella se percibe el cansancio, la incertidumbre y la profunda necesidad de ser vista, de ser reconocida no por sus logros en Instagram, sino por lo que realmente es. El resto del elenco secundario, principalmente sus empleados y algunos conocidos, ofrece interpretaciones sólidas, pero sin competir con la fuerza central de Poptilova. Hay una sutil comicidad en la servidumbre que rodea a Sylwia, pero esta nunca llega a eclipsar la melancolía subyacente.

El guion, escrito por Dan Berkman y Torre Pedersen, se centra en la atmósfera más que en la trama. La película no necesita grandes giros argumentales; la fuerza reside en los pequeños detalles, en los silencios incómodos y en las conversaciones breves que revelan las dinámicas disfuncionales de su vida. La película explora con delicadeza la naturaleza de la obsesión por la imagen, la presión social que genera la fama en las redes sociales y la dificultad de establecer relaciones auténticas cuando todo se convierte en contenido para mostrar. La dirección artística es notable, utilizando la luz y la sombra para crear una sensación de claustrofobia y aislamiento, incluso en medio de la actividad. La fotografía de Andrew Spanaki realza este efecto, subrayando la dualidad entre el mundo digital y la realidad física.

Sin embargo, la película no está exenta de ciertas debilidades. A veces, la lentitud del ritmo se acerca al tedio, y algunos de los diálogos se sienten forzados. Además, la película se limita a plantear la problemática sin ofrecer soluciones concretas, dejándote con una sensación de tristeza resignada. No obstante, la fuerza de la interpretación de Poptilova y la atmósfera general contribuyen a que, en definitiva, “Sweat” sea una reflexión inquietante y sorprendentemente poderosa sobre la soledad de la fama y la búsqueda de la verdadera conexión humana.

Nota: 7.5/10