“Swimming” no es un melodrama grandilocuente, ni una epopeya costera. Es, en cambio, una pequeña joya cinematográfica, una meditación serena y a la vez profundamente emotiva sobre la fugacidad del verano, la intensidad de la amistad y el peso de la nostalgia. Dirigida con una delicadeza palpable por Lena Dunham, la película se establece rápidamente en la playa de Myrtle Beach, un lugar que se convierte en un personaje más, con sus arena cálida, sus olas persistentes y su aire impregnado de promesas incumplidas. La trama, aparentemente sencilla, se centra en la vida de una joven, Tess, interpretada de forma magistral por Julia Fox, y cómo la llegada de dos extraños – un atractivo seductor, Jack (Barry Keener), y una figura enigmática, Chloe (Mo McAleer) – altera su rutina y la confronta con sus propios deseos y anhelos.
Dunham logra un equilibrio perfecto entre la belleza visual y la introspección psicológica. Las tomas son cuidadosas, capturando la luz dorada de la tarde, los colores vibrantes del atardecer y la melancólica quietud de la playa. La dirección artística, con un uso minimalista pero efectivo de la paleta de colores y la puesta en escena, crea una atmósfera hipnótica que te sumerge en la experiencia de Tess. La película no depende de excesos visuales, sino que se centra en lo que no se ve: en las miradas, los silencios y las emociones que se transmiten sin necesidad de palabras. La banda sonora, discreta pero evocadora, refuerza esta sensación de quietud y reflexión. La película no es sobre el sexo, aunque el elemento de la atracción y el deseo está presente, sino sobre la búsqueda de la identidad y la aceptación personal.
Las actuaciones son, en general, sobresalientes. Julia Fox aporta una vulnerabilidad y una honestidad innegables a Tess, transmitiendo con sutileza sus dudas, sus miedos y sus anhelos. Barry Keener, a menudo conocido por su comedia, demuestra una sorprendente profundidad al interpretar a Jack, un personaje complejo que lucha con sus propios demonios internos. Mo McAleer, como Chloe, es igualmente convincente, aportando un aire de misterio y una innegable sensualidad. Pero la química entre Fox y Keener es la que realmente da vida a la película. La interacción entre los dos personajes es natural, cautivadora y llena de matices, transmitiendo una sensación de deseo y de complicidad que te atrapa desde el principio. La escritura, aunque no particularmente innovadora, es funcional y eficiente, permitiendo que los personajes se desarrollen de forma orgánica y que la trama avance a un ritmo pausado pero satisfactorio.
Sin embargo, “Swimming” no está exenta de algunas fallas. El ritmo, a veces, puede parecer excesivamente lento, lo que podría resultar tedioso para algunos espectadores. La trama, aunque bien construida, carece de un conflicto central real, lo que podría haber añadido un mayor elemento de tensión a la historia. Además, el final, aunque emotivo, podría considerarse algo abrupto y poco satisfactorio. A pesar de estas pequeñas imperfecciones, “Swimming” es una película reflexiva, hermosa y profundamente conmovedora, que te invita a reflexionar sobre el pasado, el presente y el futuro. Es un estudio de personajes íntimo y honesto, y una exploración sutil del deseo, la amistad y el paso del tiempo.
Nota: 7.5/10