Tal para cual (1983)

“Tal para cual” es una propuesta cinematográfica tan peculiar como fascinante, un ejercicio de fantasía y sátira que, aunque no llega a la perfección, deja una huella imborrable gracias a su originalidad y a la valentía de su director, Taika Waititi. La película se presenta como una comedia negra con toques de drama existencial, pero la manera en que Waititi desentraña la relación entre la divinidad y la humanidad es lo que realmente la distingue. La premisa, la desesperación de un Dios que se cansó de los humanos, es un punto de partida tan absurdo que inmediatamente establece un tono irreverente y, a la vez, invita a reflexionar sobre la condición humana.

La dirección de Waititi es, como es habitual en su filmografía, exuberante y colorida. Utiliza la paleta de colores de una manera exquisita, creando un mundo angelical que, sin ser tradicional, resulta vibrante y casi onírico. La banda sonora, encargada de Jemaine Clement y Taika Waititi, es una mezcla de pop, rock y elementos instrumentales que contribuyen significativamente a la atmósfera de la película. Sin embargo, a veces la exuberancia visual se lleva del control, llegando a ser un poco excesiva y diluyendo la carga dramática que la película intenta transmitir. La edición, en cambio, es dinámica y mantiene el ritmo, incluso en los momentos más pausados.

El elenco es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Russell Crowe ofrece una interpretación magistral como un Dios cansado y frustrado, pero con un núcleo de bondad. Su rostro, habitualmente arrugado por la preocupación, transmite a la perfección la desesperación y el deseo de un ser que ha visto demasiado. Sam Worthington, como el inventor Milo, aporta una ternura inesperada a un personaje que, en principio, parece ser un simple atracador. El resto del elenco, que incluye a Rachel House, Peter Jackson y Kiros Mawia, cumplen con creces sus papeles, ofreciendo interpretaciones sólidas y contribuyendo a la riqueza del mundo creado por Waititi. Particularmente notable es la actuación de Rachel House como la ángel que se enamora de Milo, dotando a su personaje de una vulnerabilidad conmovedora.

El guion, aunque a veces se siente un poco forzado, presenta un argumento inteligente y provocador. La idea de que los ángeles, como empleados de Dios, estén cansados de su trabajo y que el inventor Milo sea el único que puede salvar a la humanidad es original y estimulante. Sin embargo, la película a veces se pierde en excesivos diálogos filosóficos y en reflexiones sobre la moralidad, lo que puede resultar un poco pesado para algunos espectadores. A pesar de ello, la película plantea preguntas importantes sobre la naturaleza del bien y del mal, la responsabilidad y la redención. La película, en su esencia, es una sátira agridulce sobre la humanidad y la divinidad, recordándonos que incluso los seres más poderosos pueden sentirse agotados y que la bondad puede encontrarse en los lugares más inesperados.

Nota: 7/10