Talkin' Dirty After Dark (1991)

“Talkin’ Dirty After Dark” es, en esencia, una comedia de situación provocadora y un ejercicio de estilo que, aunque no es una obra maestra, posee un encanto particular y una personalidad innegable. La película de Robert Townsend, estrenada en 1994, se atreve a desafiar convenciones al presentar un personaje principal, Terry, con aspiraciones de estrellato cómico que se ve envuelto en un torbellino de situaciones cómicas, románticas y, a veces, cuestionables. La película no busca la perfección, y esa, en realidad, es parte de su atractivo.

Townsend, quien también es guionista y productor, ofrece una interpretación cautivadora de Terry, un hombre ambicioso y un tanto desaliñado, cuya visión del éxito se ve comprometida cuando descubre que para conseguir los $67 que necesita para evitar el corte de su servicio telefónico, debe seducir a Ruby Lynn Sinclair, la esposa del dueño del club, Dukie. La tensión entre los dos personajes es la columna vertebral de la película, y Townsend y la actriz Pam Grier, en un papel que se ajusta perfectamente a su imagen, logran generar una química interesante, aunque a veces predecible. La película no se centra en un argumento complejo; la trama es, en gran medida, un pretexto para mostrar el estilo de Townsend, su humor y sus observaciones sobre la cultura del entretenimiento y las expectativas sociales.

El guion, en general, es sólido y lleno de diálogos rápidos y ingeniosos. El ritmo es vertiginoso, permitiendo a Townsend, y a la película en su conjunto, demostrar su habilidad para construir escenas cómicas a partir de la interacción entre los personajes. Sin embargo, es importante señalar que el humor es a menudo de un tipo muy particular, que puede resultar ofensivo para algunos espectadores. La película no rehúye de la sexualidad explícita y las bromas sobre la clase social. A pesar del tono irreverente, Townsend logra infundir cierta profundidad emocional a través de la relación entre Terry y Ruby, explorando temas como la ambición, la soledad y la búsqueda de la aceptación.

La dirección de Townsend es notable. Utiliza tomas audaces y un montaje rápido para intensificar la energía de la película. El uso de la música, particularmente el soul y el funk de los años 70, crea una atmósfera vibrante y refleja el estilo de vida que se muestra en la película. La cinematografía de Michael Raymond es sólida y captura con eficacia los detalles visuales de los escenarios, desde el club de comedia hasta los opulentos interiores de Dukie Sinclair. En definitiva, “Talkin’ Dirty After Dark” es una película que merece ser vista por su originalidad, su humor peculiar y su retrato honesto de un mundo a menudo marginalizado. No es perfecta, pero es una contribución destacable al cine independiente y una joya para los aficionados al cine de género.

Nota: 7/10