Tango y Cash (1989)

“Tango y Cash” (1993) es una película que, a pesar de sus evidentes influencias del género de acción y comedia negra, se revela como una experiencia cinematográfica sorprendentemente rica en capas y, en cierto modo, subestimada. Dirigida por Paul Verhoeven, la película no se limita a ser un simple espectáculo de disparos, sino que explora con una audaz ironía la naturaleza paradójica de la justicia y la corrupción, utilizando a dos personajes tremendamente antipáticos como catalizadores de su mensaje.

La relación central entre Ray Tango (Sylvester Stallone) y Gabriel Cash (Clint Eastwood) es el corazón palpitante de la película. Stallone, a menudo asociado con el héroe musculoso, ofrece una interpretación particularmente astuta, mostrando un Tango frustrado, visceral y, en ocasiones, profundamente vulnerable. Eastwood, por su parte, aporta la calma, la sabiduría y el cinismo necesarios para equilibrar la intensidad de Stallone. Su dinámica, basada en el odio mutuo y una constante desconfianza, es genuinamente creíble y genera momentos cómicos excepcionales, no por el humor barato, sino por la tensión inherente a su convivencia forzada. Verhoeven aprovecha magistralmente la química entre los dos actores, creando una interacción que va más allá de la simple rivalidad, llegando a un entendimiento tácito, un reconocimiento de que, a pesar de todo, pueden necesitarse mutuamente para sobrevivir.

La dirección de Verhoeven es precisa y elegante. Su manejo de la violencia es sutilmente perturbadora, evitando el exceso y centrando la atención en las consecuencias psicológicas más que en la mera exhibición de fuerza. La película está visualmente impactante, con planos dinámicos, un uso efectivo de la paleta de colores (el azul y el rojo dominando la atmósfera) y una banda sonora memorable que refuerza el tono de la historia. Además, la película no rehuye explorar las motivaciones de los personajes secundarios, especialmente las de Yves Perret (Eric Roberts), un villano caricaturesco pero con un arco narrativo que explora la vanidad y la paranoia de un criminal.

Si bien el guion tiene algunos momentos de cierta torpeza, principalmente en la construcción del final, en su conjunto es inteligente y bien construido. La trama, aunque previsible en ciertos puntos, mantiene al espectador enganchado gracias a la imprevisibilidad de las acciones de los protagonistas y la constante amenaza inminente. La película, en última instancia, se convierte en una reflexión sobre la justicia, la corrupción y la inevitable complicidad humana en un mundo donde los límites entre el bien y el mal son a menudo difusos. No se trata de un thriller policial convencional; es una distopía críptica sobre la ambigüedad moral y el coste del poder.

Nota: 7.5/10