Taxi Driver (1976)

“Taxi Driver” de Martin Scorsese no es un thriller de acción, a pesar de su aparente simplicidad narrativa. Es, ante todo, una radiografía perturbadora de la alienación, la soledad y la violencia latente en la Nueva York de los años 70. La película, estrenada en 1976, sigue el viaje de Travis Bickle (Robert De Niro), un veterano de Vietnam que, atormentado por el insomnio y una profunda desilusión, encuentra trabajo como taxista nocturno. Scorsese no se limita a contar una historia; construye un estado de ánimo, una atmósfera opresiva que se siente como el propio sudor y la angustia del protagonista.

La dirección de Scorsese es, sin duda, la piedra angular de esta obra maestra. La cámara, a menudo ausente y luego repentinamente omnipresente, se convierte en un observador silencioso junto a Travis, reflejando su aislamiento y su creciente paranoia. Las largas tomas, el uso efectivo de la luz y la sombra, y la planificación meticulosa de las escenas contribuyen a crear una sensación de incomodidad y amenaza constante. Scorsese domina el montaje, ralentizando el tiempo en momentos de tensión y acelerándolo en las escenas de acción, aunque estas son relativamente pocas en comparación con la introspección que impulsa la narrativa. Hay un tratamiento del espacio urbano que es particularmente notable: la ciudad se convierte en un personaje más, una entidad corrompida y desmoralizadora.

Robert De Niro ofrece una interpretación icónica de Travis Bickle. Su actuación es notable por su sutileza y su profundidad. No se reduce a un simple villano; el espectador es invitado a comprender sus motivaciones, a sentir su soledad y su desesperación. La transformación de Travis, de un hombre neurótico e inseguro a un personaje impulsivo y violento, es representada con una honestidad brutal que no resulta fácil de digerir, pero sí de reconocer. La interacción de De Niro con la actriz Cybil Shepherd, que interpreta a Iris, es particularmente reveladora; la química entre ambos personajes amplifica el sentimiento de deshumanización y la búsqueda de conexión que tanto aqueja Travis.

El guion, coescrito por Paul Schrader, es brillante en su construcción psicológica. La película no se basa en la acción para mantener el interés del público; la fuerza reside en el desarrollo del personaje y en la exploración de temas complejos como el trauma de la guerra, la alienación social, la búsqueda de identidad y la naturaleza de la violencia. La constante anotación de Travis en su diario, que luego se reconstruye como un relato fragmentado, proporciona una ventana a su mente atormentada y a su proceso de pensamiento. Aunque la película puede resultar perturbadora y provocadora, no se reduce a una mera exhibición de violencia. Es, en esencia, una película sobre la fragilidad de la condición humana y la dificultad de encontrar sentido en un mundo caótico.

“Taxi Driver” es una película que se queda contigo mucho después de que termina los créditos. Su impacto se deriva de su honestidad brutal, su dirección magistral, la actuación inolvidable de Robert De Niro y su guion inteligente y reflexivo. Es una obra fundamental del cine moderno, un clásico atemporal que sigue siendo relevante en la actualidad.

Nota: 9/10