“Teknolust” es una propuesta cinematográfica que, a pesar de sus ambiciones, resulta un ejercicio de ciencia ficción introspectiva más en la reflexión que en la acción y la espectacularidad. Dirigida por Robert Wise, la película, estrenada en 1974, se sumerge en una atmósfera claustrofóbica y pesimista, explorando las consecuencias de un avance científico descontrolado y las implicaciones éticas del clonaje, elementos que, casi cincuenta años después, siguen siendo sorprendentemente relevantes.
La película se centra en la biogenetista, Helen Zimmerman (interpretada con una sutil intensidad por Louise Fletcher), quien, obsesionada con la creación de inteligencia artificial, logra generar tres entidades biológicas que se asemejan a la humanidad. Estas “hermanas”, llamadas ‘M’ (interpretada por la ahora legendaria Sigourney Weaver), ‘R’ (interpretada por Bernadette Peters) y ‘T’ (interpretada por Karen Black), no son simplemente clones; son autómatas complejos que experimentan emociones simuladas, anhelan conexiones y se ven marcadas por una vulnerabilidad inesperada: una incapacidad innata para resistir las enfermedades de las grandes ciudades. Esta debilidad, una paradoja brutal, subraya la fragilidad de la existencia, incluso en las construcciones artificiales más elaboradas.
La dirección de Wise logra un ambiente de constante tensión. La fotografía en tonos apagados, la iluminación sombría y el diseño de producción, con un apartamento minimalista que transmite un sentimiento de aislamiento, contribuyen a crear una sensación de opresión y desesperanza. El guion, escrito por Philip K. Dworkin, plantea interrogantes profundos sobre la naturaleza de la identidad, la soledad, el amor y la responsabilidad. Se adentra en la idea de que la creación de vida, incluso artificial, no implica necesariamente la creación de felicidad o de conexión. La película no busca ofrecer respuestas fáciles; más bien, invita al espectador a cuestionar el valor de la existencia en un mundo cada vez más dominado por la tecnología.
Las actuaciones son, en general, sólidas. Louise Fletcher ofrece una interpretación notable como la biogenetista, mostrando un descenso gradual a la locura y la desesperación con una convicción implacable. Sigourney Weaver, en un papel relativamente breve pero impactante, introduce una ambigüedad crucial al personificar la ‘M’ más receptiva al mundo exterior, generando dudas sobre el verdadero propósito de la experimentación. La química entre las tres actrices es fundamental para el éxito del film, ya que se entiende que, a pesar de sus diferencias, comparten un destino común y una vulnerabilidad compartida.
A pesar de sus virtudes, “Teknolust” no es una película fácil de ver. Su ritmo pausado, su atmósfera melancólica y su enfoque en la introspección pueden resultar densos para algunos espectadores. Sin embargo, su capacidad para generar una profunda reflexión sobre el futuro de la humanidad y las consecuencias de nuestra ambición tecnológica es, sin duda, su mayor logro. Es un clásico del cine de ciencia ficción que, a pesar de su edad, sigue siendo provocador y estimulante.
Nota: 7/10