“Tengo algo que deciros” es una película que no solo narra una revelación familiar, sino que explora con una sensibilidad mordaz y a veces dolorosa las dinámicas de poder, la represión y la búsqueda de la identidad dentro de una familia italiana profundamente arraigada en las tradiciones. La película, dirigida con maestría por Michael Radford, no se contenta con un melodrama superficial; se adentra en la complejidad de las relaciones humanas, ofreciendo un retrato crudo pero también con momentos de gran belleza y humor negro.
La película se centra en Tommaso, interpretado con una naturalidad desarmante por Pierfrancesco Favino. Favino logra transmitir tanto la frustración contenida de Tommaso como su inquietud por romper con las expectativas familiares. La actuación es magistralmente sutil, evitando la teatralidad excesiva y entregando una interpretación que radica en la mirada, en la tensión muscular y en las pequeñas microexpresiones que revelan la batalla interna del personaje. Se siente su desesperación por ser aceptado, su anhelo de libertad y, en última instancia, su valentía al decidir tomar el control de su propio destino.
El guion, adaptado de un libro de Ettore Scola, es verdaderamente el corazón de la película. No se trata de una simple historia de homosexualidad; es una exploración de la familia, de las convenciones sociales y de la carga del legado. La tensión dramática se construye con precisión, aprovechando la peculiaridad de la familia Cantone, una mezcla de excentricidad, hipocresía y un cariño disfuncional. Las conversaciones, llenas de ironía y de silencios incómodos, son extraordinariamente efectivas para revelar las verdades ocultas detrás de las apariencias. La película no juzga a sus personajes, sino que los presenta con su conjunto de virtudes y defectos, permitiendo al espectador llegar a sus propias conclusiones.
La dirección de Radford es impecable. La fotografía, con una paleta de colores cálidos y terrosos que evocan la atmósfera de la Italia rural, contribuye a la atmósfera introspectiva de la película. La banda sonora, discreta pero efectiva, complementa la narrativa sin ser intrusiva. La película se mueve con una elegancia que contrasta con la crudeza de las situaciones, creando un efecto de tensión constante. La película consigue, paradójicamente, ser a la vez divertida y conmovedora, razonando con la moralidad, en lugar de dictarla. Es una película que te obliga a reflexionar sobre el concepto de familia, la presión social y la importancia de ser fiel a uno mismo, incluso cuando eso significa romper con las expectativas.
Nota: 8.5/10