¿Tenía que ser él? (2016)

“¿Tenía que ser él?” es, a primera vista, una comedia familiar con un trasfondo de drama existencial, y en gran medida cumple con esa promesa, aunque a veces se ve obstaculizada por un guion que peca de previsibilidad y una dirección que se limita a registrar más que a orquestar la historia. Bryan Cranston, un actor cuyo talento es innegable, da una actuación magistral como Ned, un padre obsesionado con el control que se ve amenazado por la independencia y la personalidad de su hija, Olivia (Ana Osgrid), y, aún más preocupante, por el nuevo novio de ésta, Laird Mayhew (James Franco). La complejidad del personaje de Ned reside en su amor incondicional, disfrazado de un paternalismo que, en realidad, es una forma de atadura y un intento desesperado de aferrarse a un control que ya se desvanece. Cranston maneja esta dualidad con una sutileza que es verdaderamente conmovedora. Franco, por otro lado, ofrece una interpretación ligeramente menos convincente, Laird es un personaje creado a partir de clichés de la clase alta millennial: estudiante rico, excéntrico, con un aire de pretenciosidad y una fascinación por las "experiencias" que revelan una profunda inseguridad.

La dirección de Jake Kasdan se centra en la presentación de la situación y en la creación de un ambiente visualmente atractivo, aunque sin mucho lirismo. Hay momentos de humor efectivo, sobre todo a través de las interacciones de Ned con su círculo social, revelando su desconcierto y su dificultad para entender el mundo de los jóvenes. Kasdan no se aventura en un estilo particularmente innovador, y se limita a contar la historia con un ritmo constante y sin grandes cambios de tono, lo que contribuye a la sensación de que la película prefiere observar que participar. La banda sonora, omnipresente, refuerza la atmósfera general, a veces de forma efectiva, a veces de forma ligeramente forzada.

El guion, escrito por Jonathan Dayton y Valerie Faris, presenta ideas interesantes sobre las expectativas familiares, el poder del control y la búsqueda de la propia identidad. Sin embargo, la trama a menudo se siente trillada, con giros predecibles y diálogos que a veces resultan artificiales. La exploración de la relación entre Ned y Laird, aunque central para la película, podría haberse profundizado más, explorando las motivaciones de ambos personajes con mayor matiz. La película se enfrenta a la difícil tarea de equilibrar la comedia con el drama, y en ocasiones, la comedia prevalece, diluyendo el impacto emocional de ciertos momentos. La película juega con el cliché del padre "torpe" pero no lo subestima, lo que permite al espectador identificar en Ned tanto un personaje cómico como, en su esencia, un hombre vulnerable.

A pesar de sus fallos, “¿Tenía que ser él?” ofrece una reflexión interesante sobre la evolución familiar en la era moderna. El duelo entre generaciones y la dificultad de conciliar las expectativas con las aspiraciones individuales son temas universales que, gracias a la actuación de Cranston, resultanamente convincentes. Si bien la película no alcanza la excelencia, presenta un entretenimiento agradable y, en ciertos momentos, incluso sorprendentemente perspicaz.

Nota: 6/10