Tenías que ser tú (2010)

“Tenías que ser tú” es una comedia romántica de esos que acarician el corazón y te dejan una sonrisa en los labios, aunque, a veces, la premisa resulta un poco forzada. La película, dirigida con una sensibilidad tímida por Liam Bailey, se centra en la historia de Maeve, interpretada con una ternura convincente por Saoirse Ronan. Maeve, una joven irlandesa con un espíritu vibrante, decide emprender un viaje a Dublín para cumplir con una antigua tradición: proponerle matrimonio a su novio, Cian, en el 29 de febrero, un día que solo ocurre cada cuatro años, y en el que la probabilidad de que Cian la rechace es, teóricamente, nula. Esta curiosa regla ancestral, con su carga de superstición y romanticismo, sirve como catalizador para un viaje cargado de situaciones cómicas y, sobre todo, de una conexión emocional genuina.

La premisa, si bien podría parecer un cliché, está bien integrada en la narrativa y permite explorar la búsqueda del amor verdadero. La película se centra en el viaje de Maeve, no tanto en el “cómo” de la propuesta, sino en el “por qué”. Su viaje a Dublín, y su necesidad de encontrar la ayuda de Padraig, un rudo y cínico mesonero interpretado magistralmente por Domhnall Gleeson, es el corazón de la historia. Gleeson aporta una autenticidad y un humor sutil que contrasta maravillosamente con la idealista Maeve. La dinámica entre ambos es el punto fuerte de la película, y las escenas en las que interactúan, ya sea caminando por los páramos irlandeses o compartiendo historias alrededor de una chimenea, son las más memorables.

El guion, aunque a veces se inclina por la conveniencia, maneja con cuidado el ritmo de la película. No se apresura a las emociones, permitiendo que la relación entre Maeve y Padraig se desarrolle de forma orgánica. La dirección de Liam Bailey se distingue por su estilo visual, con planos que capturan la belleza agreste del paisaje irlandés y una paleta de colores cálida y acogedora. Sin embargo, el guion podría haber profundizado un poco más en los personajes secundarios y en el trasfondo de la tradición irlandesa que impulsa la historia. Algunos diálogos, aunque bien actuados, a veces son un poco superficiales y carecen de la complejidad que podría haber añadido una mayor exploración.

Saoirse Ronan ofrece una actuación excepcional, transmitiendo la vulnerabilidad y la determinación de Maeve con una naturalidad impresionante. Domhnall Gleeson, como el escéptico Padraig, es simplemente perfecto. Su interpretación es llena de matices, mostrando la tristeza oculta tras su exterior duras. La película, en su conjunto, es un pequeño tesoro, una reflexión sobre el amor, el tiempo y la importancia de perdonarnos a nosotros mismos y a los demás. No es una obra maestra cinematográfica, pero es una película cálida, divertida y conmovedora que te recordará la magia de las conexiones humanas.

Nota: 7/10