Terapia Padre-Hijo (2016)

“Terapia Padre-Hijo” no es, quizás, el thriller más explosivo o la comedia más desvergonte del panorama cinematográfico actual, pero sí una experiencia profundamente inquietante y, a su manera, sorprendentemente conmovedora. La película, dirigida con una maestría sutil por Baptiste Lorber, se aferra a la complejidad de las relaciones familiares con una honestidad brutal que puede resultar perturbadora para algunos espectadores. La premisa, que involucra a un detective veterano forzado a un programa de terapia con su hijo, es un punto de partida interesante, pero es la ejecución lo que realmente distingue a esta producción.

Waly Dia, en un papel que exige una gran vulnerabilidad, ofrece una actuación magistral. Su interpretación de Daniel, el hijo atormentado y con problemas emocionales, es cautivadora y llena de matices. La película se construye lentamente, no apresurando los momentos de conexión entre padre e hijo. La dirección de Lorber juega con la paciencia, permitiendo que la relación entre Baptiste y Waly evolucione de forma orgánica, a través de interacciones tensas, silencios incómodos y, finalmente, momentos de genuina empatía. El veterano Richard Berry, interpretado por el siempre fiable Pascal Dupont, aporta una dureza necesaria, un reflejo del pasado que lo persigue y que, quizás, incluso él mismo intenta comprender.

La fuerza del filme reside, sin duda, en su guion. No se trata de una trama repleta de giros inesperados, sino de un análisis pausado de las dinámicas familiares y la dificultad de comunicarse intergeneracional. Los personajes que se encuentran en el centro de la terapia, un grupo heterogéneo de individuos con sus propios demonios internos, se revelan gradualmente, exponiendo las heridas emocionales que los mantienen atrapados en patrones destructivos. La película no juzga, simplemente observa, permitiendo que el espectador forme sus propias conclusiones sobre las motivaciones y los secretos de cada uno. Jacques Gamblin, el terapeuta interpretado con una presencia imponente por Jacques Gamblin, es un personaje enigmático, su propia vida y sus métodos son, a su vez, objeto de estudio dentro de la trama.

Si bien la película puede resultar un poco lenta para aquellos que buscan un entretenimiento rápido, su atmósfera tensa y su retrato honesto de las complejidades humanas la convierten en una propuesta cinematográfica valiosa. La banda sonora, discreta pero efectiva, y el diseño de producción, que evoca una sensación de melancolía y abandono, contribuyen a crear un ambiente inquietante y absorbente. “Terapia Padre-Hijo” es una película que te hace pensar, que te obliga a confrontar tus propios prejuicios y, quizás, a reevaluar la importancia de las relaciones familiares. No es un espectáculo, es una reflexión.

Nota: 7.5/10