“Tercera Identidad” (Third Person) no es un thriller de espías convencional. Es, en cambio, una meditación sobre la identidad, el amor, la decepción y las consecuencias imprevistas de las decisiones que tomamos, a menudo sin darnos cuenta. La película de Andrew Dominik, basada en hechos reales, nos presenta a Sally Cauffield, interpretada con una intensidad magnética por Sharon Stone, una mujer que se encuentra en el centro de una tormenta personal que la arrastra a un mundo de secretos y engaños. La película no se centra en la acción, sino en la experiencia emocional de Sally, y es aquí donde realmente brilla.
Stone ofrece una actuación absolutamente excepcional. Su Sally no es una heroína romántica; es una mujer frágil, vulnerable y, sobre todo, profundamente desorientada. Observamos su desmoronamiento progresivo, su intento de entender la existencia de su esposo, y su creciente desesperación a medida que se revela la verdad sobre su doble vida. Dominik no recurre a clichés de la representación femenina; Sally es imperfecta, con sus defectos, sus inseguridades y sus momentos de locura que la humanizan enormemente. La dirección de Stone es implacable, mostrando la soledad y el vacío que siente la protagonista incluso en medio de la confusión. Rupert Everett, como Leo, es igualmente convincente, transmitiendo tanto la fachada de periodista de corte inglés, como la frialdad y el cálculo necesarios para ser un agente de la KGB. Su interpretación es sutil, pero efectiva, creando un personaje ambiguo que resulta inquietante.
El guion, escrito por Andrew Dominik y Bob Goiske, es donde reside la verdadera fuerza de la película. No se centra en las conspiraciones, sino en el impacto psicológico de la revelación en Sally. Dominik juega con la narrativa no lineal, alternando entre las vidas de Sally y Leo, y utilizando flashbacks que desentierran información clave de forma gradual y a menudo perturbadora. Esta técnica no solo crea tensión, sino que también obliga al espectador a cuestionar la veracidad de lo que está viendo. La película tiene un ritmo pausado, deliberado y deliberadamente desconcertante, que exige paciencia por parte del público. No es una película que te mantendrá al borde de tu asiento, pero sí te dejará pensando mucho después de que termine.
La película aborda temas complejos como el amor no correspondido, la traición, la pérdida de la identidad y la manipulación de la información. El uso de blanco y negro, con toques ocasionales de color, contribuye a la atmósfera opresiva y claustrofóbica que impregna la película. La banda sonora, de Joscelyn Walden, es evocadora y melancólica, intensificando las emociones y subrayando la sensación de desorientación. "Tercera Identidad" es, sin duda, una película provocadora y desafiante, que recompensa la atención y el compromiso del espectador.
Nota: 8/10