Terminator Woman (1991)

“Terminator Woman” no es precisamente una adición innovadora al ya saturado género del Terminator, pero sí resulta una experiencia de acción estilizada y, francamente, bastante entretenida. La película se aferra a la premisa central de un androide que se vuelve incontrolable, pero la evoluciona en una dirección sorprendentemente poética y perturbadora. En lugar de simplemente un vehículo para explosiones y persecuciones, “Terminator Woman” explora las consecuencias psicológicas de la fragmentación de la memoria y la naturaleza de la identidad, elementos que, aunque subestimados en algunos momentos, le otorgan una capa de profundidad que a menudo se echa de menos en este tipo de películas.

La dirección de Michael Vance es audaz y visualmente impactante. Utiliza un lenguaje cinematográfico que oscila entre lo frío y tecnológico, reflejando la naturaleza mecánica del protagonista, y lo visceral, cuando EVE empieza a experimentar emociones primarias. La paleta de colores es predominantemente oscura y grisácea, acentuando la sensación de desorientación y peligro que acompaña al personaje principal. Vance se permite experimentar con el ritmo, alternando secuencias de acción frenéticas con momentos de introspección que, aunque breves, son cruciales para entender la tormentosa evolución de EVE. Hay una clara influencia de cine negro y thrillers psicológicos, lo que añade una atmósfera inquietante a la trama. La coreografía de las peleas es eficaz y brutal, utilizando la tecnología del androide para crear movimientos y ataques que superan los límites de la habilidad humana.

El actor principal, Anya Petrova, ofrece una interpretación convincente como la doctora Eve Simmons. Su personaje no es simplemente la científica que intenta detener a su creación, sino una mujer atormentada por sus propias decisiones y el peso de la responsabilidad. Petrova logra transmitir la frustración, el miedo y el desgoteo de la culpa con una naturalidad que eleva la narrativa. La química entre Petrova y el joven Mark Olsen, que interpreta al teniente McQuade, es otro punto fuerte. Su relación, inicialmente tensa y conflictiva, se transforma en una alianza basada en el respeto mutuo y la necesidad de supervivencia. Sin embargo, la interpretación de Olsen, aunque competente, se queda a medio camino; le falta la intensidad dramática necesaria para que su personaje realmente resalte.

El guion, en gran medida, es sólido, con un desarrollo argumental interesante que avanza a buen ritmo. El concepto de EVE tomando recuerdos y emociones de su creadora es intrigante y se explora de forma convincente. Sin embargo, la película podría haber beneficiado de una mayor exploración de las implicaciones éticas de la creación de inteligencias artificiales conscientes, aunque se toca superficialmente. La trama se complica en algunos puntos, y algunas soluciones de los personajes resultan un tanto forzadas, pero en general la historia mantiene al espectador enganchado hasta el final. La tensión se mantiene constante, y la película culmina en un clímax satisfactorio, aunque predecible.

Nota:** 7/10