Terror en Amityville (1979)

“Terror en Amityville” (1979) es, en su esencia, una película que se debate constantemente entre el intento de ser una crónica aterradora y una radiografía de la paranoia y el miedo irracional. Aunque su impacto en el género del terror fue innegable, y aún se siente hoy, la película, en retrospectiva, presenta elementos que, si bien contribuyen a la atmósfera inquietante, también son un tanto deslucidos. La película se centra en la familia Lutz, quienes, atraídos por la asequibilidad de la emblemática casa de Amityville, se ven envueltos en una cadena de sucesos inexplicables que rápidamente escalan hacia el horror.

El director, Henry Horner, se abstiene deliberadamente de mostrar el horror de forma explícita, lo que en gran medida aumenta el efecto de sus perturbaciones psicológicas. La dirección se basa en la sugerencia, en las sombras y en el sonido – el crujido de las tablas, los susurros inexplicables, la música inquietante de Walter Carlos – para construir una atmósfera de creciente tensión. Sin embargo, esta estrategia, aunque efectiva en algunos momentos, también puede resultar un tanto repetitiva, y la falta de acción directa, que podría haber dinamizado la trama, resulta un punto débil. El uso de la cámara lenta, la iluminación sombría y los primeros planos de los rostros de los personajes son recursos clásicos que funcionan, pero no se presentan con la frescura y la innovación que se esperaría de una película de este calibre.

Las actuaciones son correctas, pero no particularmente memorables. Jay Welles como el padre Lutz es convincente en su creciente desasosiego, y Margot Kidder, en su papel como la madre, transmite una vulnerabilidad palpable. Ronald Merrick, quien interpreta al agente inmobiliario que los guía, es un personaje del que no se llega a comprender la motivación, lo que le resta credibilidad a su presencia en la trama. La actuación de Kris Thomas como la joven Katie Lutz es la más destacable, capturando con matices la confusión y el terror de una niña que percibe algo maligno en la casa. Aunque no son estrellas, los actores cumplen su cometido y contribuyen a la inquietud general.

El guion, adaptado de un artículo de una revista de investigación, presenta varias inconsistencias y momentos que, a la luz del conocimiento actual sobre la supuesta tragedia de Amityville, resultan cuestionables. La película se basa en la leyenda de la familia De Feo, y aunque las historias de violencia y suicidio son perturbadoras, la película los presenta de una manera que a menudo se siente simplista y sensacionalista. El ritmo es irregular, con largos periodos de quietud interrumpidos por explosiones de terror ocasionales. La estructura narrativa, aunque efectiva para generar tensión, podría haber beneficiado de una mayor exploración de las motivaciones de los personajes y del contexto histórico de la casa.

En definitiva, “Terror en Amityville” es una película que, a pesar de sus limitaciones, ocupa un lugar importante en la historia del terror. Su impacto cultural es innegable, y sigue siendo una fuente de fascinación para muchos. Sin embargo, su valor como obra cinematográfica es debatible. No es una obra maestra, pero es una película que, sin duda, genera escalofríos y que invita a la reflexión sobre los límites del miedo.

Nota: 6/10