Tess (1979)

“Tess” de Ridley Scott es una obra maestra visual y emocionalmente resonante, un estudio sobre la inocencia perdida y las consecuencias devastadoras de las decisiones tomadas en un contexto rural y opresivo de Inglaterra a finales del siglo XIX. La película no busca simplemente contar una historia de amor, sino diseccionar la complejidad del carácter femenino y las limitaciones impuestas a las mujeres en una sociedad patriarcal. Scott demuestra una maestría innegable en la dirección, creando una atmósfera densa y melancólica que envuelve al espectador desde el primer instante. La paleta de colores, predominando tonos terrosos y grises, refleja la árida realidad de la vida en el campo y el sentimiento de desolación que permea la película. La fotografía de Andrew Thomas Ward es absolutamente sublime, capturando con exquisita sensibilidad la belleza salvaje de la campiña y la inquietante palidez de Tess.

Keira Knightley ofrece una interpretación magistral de Tess Durbeyfield. Su actuación es más que simplemente bella; es una expresión de vulnerabilidad, fuerza interior y una creciente desesperación. Knightley logra transmitir la evolución de Tess desde una joven ingenua y optimista hasta una mujer marcada por el dolor, la traición y el lamento. No se trata de una belleza convencional, sino de una belleza desgarrada, cargada de simbolismo. El resto del reparto, incluyendo Gemma Arterton como la astuta Clare, ofrece interpretaciones sólidas, aunque la dinámica entre Tess y Clare a menudo se siente un tanto predecible. Sin embargo, la actuación de Geoffrey Rush como el taciturno y autoritario Alec d’Urberville es particularmente memorable, encarnando un personaje ambiguo y profundamente perturbador. Su mirada, fría y calculadora, se convierte en la principal fuente de tensión en la película.

El guion, adaptado de la novela homónima de Thomas Hardy, es una adaptación ambiciosa que se aleja significativamente del texto original en ciertos puntos, pero lo hace con el fin de condensar la narrativa y acentuar sus aspectos más dramáticos. Si bien algunas decisiones estilísticas pueden resultar controvertidas, la película se mantiene fiel al espíritu de Hardy al explorar temas como el destino, la clase social, la religión y la culpa. La trama, aunque lenta, es cuidadosamente construida, desarrollando progresivamente el peso de las circunstancias que condenan a Tess. La película no rehúye la crudeza de la realidad, mostrando la violencia, el abuso y la pobreza que definen la vida de los habitantes de la región. El ritmo pausado, sin embargo, puede resultar tedioso para algunos espectadores. Se podría argumentar que el guion podría haber beneficiado de una mayor exploración de los motivos internos de los personajes.

A pesar de sus debilidades en cuanto a ritmo y algunas elecciones narrativas, “Tess” es una película que permanece en la memoria. Es una obra visualmente impactante, con una interpretación excepcional de Keira Knightley y una dirección impecable de Ridley Scott. La película, con su atmósfera opresiva y su mirada crítica hacia las convenciones sociales, nos invita a reflexionar sobre la fragilidad del espíritu humano y las consecuencias de las decisiones que nos moldean. Es una experiencia cinematográfica intensa y conmovedora que desafía al espectador a empatizar con la protagonista y a cuestionar las normas que definen su destino.

Nota: 8/10