The Black Marble (1980)

“The Black Marble” no es una película para todos los gustos, y es precisamente esa peculiaridad lo que la convierte en una experiencia cinematográfica memorable. Esta cinta, dirigida por Jim Davis, se adentra en un territorio narrativo oscuro y antinatural, lejos de los thrillers policiales convencionales. En lugar de la acción desenfrenada o los giros argumentales predictibles, Davis nos ofrece una atmósfera tensa y perturbadora, construida sobre una base de personajes desgastados y una premisa que, inicialmente, parece sacada de un sueño febril.

El núcleo de la trama se centra en el detective Valnikov, interpretado con una intensidad sombría por Konstantin Bogachev. Su personaje, un hombre consumido por el alcohol y una serie de tragedias personales, es un espécimen de amargura y desconfianza. Bogachev logra transmitir la soledad y el peso del pasado de Valnikov, dejando que el espectador se preocupe genuinamente por su destino. Su relación con la SGT. Natalie Zimmerman (interpretada con una naturalidad convincente por Rachel Brosheim) es el corazón de la película. La fricción inicial, la desconfianza mutua y la evidente incomodidad que sienten ambos, se convierten en un elemento crucial para el desarrollo de la historia. Brosheim ofrece una actuación sutil y observadora, representando a una mujer atrapada en una crisis personal que la empuja a cuestionar sus decisiones y su futuro. La química entre ambos actores es palpable, y su evolución, aunque lenta, es el motor principal de la narrativa.

El guion, adaptado por Jim Davis a partir de un relato de Brian Selznick, es la columna vertebral de la película. No se preocupa por explicaciones detalladas ni por un ritmo frenético. En su lugar, se enfoca en sugerencias, en detalles inquietantes y en la creación de una atmósfera opresiva. La película recurre a imágenes evocadoras y a una banda sonora perturbadora para aumentar la sensación de inquietud. Los ambientes, desde las lujosas pistas de adiestramiento de perros hasta los silenciosos cementerios caninos, están filmados con una belleza gótica que contrasta con la oscuridad del asunto. Davis no rehúye de la ambigüedad; muchos elementos de la trama permanecen sin resolver, forzando al espectador a interpretarlos y a cuestionar su propia percepción de la realidad. Aunque esto puede resultar frustrante para algunos, contribuye a la sensación de incomodidad persistente.

La dirección de Jim Davis es precisa y cuidadosa. Evita caer en clichés y se centra en la construcción de la atmósfera y el desarrollo de los personajes. La película es visualmente impactante, aunque su ritmo pausado puede ser un obstáculo para algunos. No es una película de acción, ni de suspense convencional. Es una película que se disfruta más por lo que sugiere que por lo que muestra explícitamente. El tema de la obsesión, la pérdida y el aislamiento son explorados con maestría, creando una experiencia cinematográfica inquietante y memorable. El elemento “negro mármol” (the black marble) funciona como un símbolo recurrente, misterioso y que conecta todos los elementos de la trama de forma sutil y efectiva.

Nota: 7/10