“The Boogeyman” se erige como un ejemplo de la tensión doméstica exacerbada por el trauma, aunque su ejecución, si bien efectiva en algunos momentos, no alcanza la profundidad que prometía su premisa. La película, dirigida por David Fielder, se centra en Sarah y Lily, dos hermanas adolescentes que, tras la devastadora pérdida de su madre, se ven sumidas en un estado de angustia palpable. El padre de las niñas, interpretado con una vulnerabilidad convincente por Karl Urban, se ha retirado emocionalmente, sumiendo a las chicas en un abismo de soledad y desesperación. Es en este contexto donde la película introduce su elemento central: la presencia del Boogeyman, una entidad oscura que se manifiesta en la casa de las niñas, alimentándose de sus miedos y su dolor.
Fielder construye una atmósfera de horror psicológico que es, en gran medida, el punto fuerte de la película. La iluminación tenue, la banda sonora inquietante y la fotografía sombría contribuyen a un ambiente opresivo que logra mantener al espectador en un constante estado de tensión. La película evita los jumpscares gratuitos y, en cambio, se centra en crear una sensación de incomodidad y presagio. Se percibe que lo que está sucediendo no es meramente un fantasma, sino una manifestación física del trauma y la negación del duelo. La dirección de arte es funcional pero podría haber sido más ambiciosa, evitando la estética demasiado genérica del “horror doméstico”.
Las actuaciones son sólidas, especialmente la de la joven Daisy Edgar-Jones como Sarah. Su interpretación transmite la desesperación y el miedo con una autenticidad que conecta emocionalmente con el espectador. Karl Urban, aunque limitado por el guion, ofrece una actuación sutil y conmovedora como padre consumido. Sin embargo, el guion, en general, se siente algo apresurado y predecible. Los diálogos, a menudo, son torpes y carecen de la profundidad que se esperaría de una historia centrada en el trauma familiar. El ritmo es irregular, con momentos de tensión sostenida interrumpidos por escenas que se sienten forzadas o innecesarias. La exploración del trauma, si bien presente, no se profundiza lo suficiente, quedando en una superficie que podría haber sido mucho más rica y compleja.
La película se aferra a la idea del Boogeyman como una figura abstracta, un síntoma del miedo a la pérdida y la incapacidad de afrontar el duelo. Esto puede ser interpretado como un comentario sobre la naturaleza de la culpa y la responsabilidad. No obstante, este aspecto, aunque interesante, se diluye en el desarrollo narrativo. La película, en definitiva, cumple su propósito de generar tensión y miedo, pero su narrativa se siente algo simplificada y su exploración del trauma, aunque efectiva a nivel emocional, carece de la complejidad y el desarrollo que podría haberle dado mayor impacto. El final, aunque satisfactorio en su resolución, podría haber sido más ambiguo y provocador, dejándolo al espectador con más preguntas que respuestas.
Nota: 6/10
