“The Boy: La maldición de Brahms” es una película que, en su esencia, se asemeja a una adaptación moderna y lúgubre de una leyenda urbana. El remuez familiar, la mansión victoriana con secretos ocultos, la muñeca aparentemente inocente: los elementos que forman la base de un relato de terror psicológico que, para mi sorpresa, no logra alcanzar su máximo potencial. La película intenta, con un resultado a veces torpe, evocar la atmósfera de las historias que se cuentan de noche, pero se ve agobiada por una ejecución que prioriza la acción sobre la construcción del miedo genuino.
La dirección de Colm McCarthy es funcional, pero carente de la audacia que podría haber elevado la película. Se apoya en imágenes de una estética gótica ligeramente artificial, con sombras pronunciadas y un uso de la cámara que, a veces, se siente demasiado expositivo. No se aventura a explorar la psicología de los personajes con la profundidad que la trama exige. En lugar de una lenta inmersión en la locura, se prefieren saltos repentinos y sustos fáciles, que pierden su impacto al no estar justificados por un desarrollo previo de la tensión. El diseño de producción es, sin embargo, un punto fuerte. La mansión Heelshire y sus alrededores son visualmente impactantes, creando un ambiente opresivo y hostil que, en momentos puntuales, logra crear una sensación inquietante. La banda sonora, aunque presente, no contribuye de manera significativa al terror, optando por melodías genéricas que carecen de originalidad.
La actuación del elenco es, en su mayoría, correcta, aunque no destaca con brillo. Jaeden Martell, en el papel del joven Caleb, transmite la vulnerabilidad y la desesperación de un niño atormentado. Sin embargo, el guion le impone un arco argumental un tanto forzado, con diálogos que a veces son torpes y que no logran transmitir la confusión y el miedo que debe sentir el personaje. Novak, como el padre de la familia, ofrece una interpretación sólida, pero su personaje se siente como una pieza prefabricada, con motivaciones poco claras y una evolución superficial. El actor que interpreta a Brahms, el muñeco, si bien es visualmente convincente, carece de una presencia real que le otorgue la amenaza que el guion pretende. El personaje se siente más como un objeto que como un antagonista, y su origen y motivaciones, aunque se dejan entrever, no se exploran suficientemente.
La trama, si bien interesante en su premisa, se siente desaprovechada. El guion tropieza en su intento de abordar temas como la codependencia familiar, el trauma infantil y la obsesión. Las explicaciones sobre la historia de Brahms, supuestamente un compositor alemán a quien se le arrebató la vida y su espíritu reside en la muñeca, son confusas y se presentan de manera abrupta. La película se atreve a jugar con la idea de un mal ancestral, pero lo hace de forma superficial, sin profundizar en las consecuencias del pasado. La conclusión, aunque pretende ser impactante, se siente apresurada y carente de resolución, dejando al espectador con una sensación de incompletud. En definitiva, "The Boy: La maldición de Brahms" es una película de terror convencional que, a pesar de algunas imágenes y atmósferas interesantes, no logra superar sus problemas de guion y dirección.
Nota: 6/10