The Daytrippers (1997)

“The Daytrippers” no es, precisamente, una película que se quede en el recuerdo fácilmente. Es un ejercicio peculiar y, a menudo, inquietante sobre la obsesión, la duda y el precio de la incertidumbre en el amor. La película, dirigida por Justin Lin (sí, el de “Speed” y “Rush Hour”), marca un alejamiento radical del género de acción con el que se le conoce, ofreciendo en su lugar una mirada intimista y a la vez desconcertante a la fragilidad de un matrimonio y a la necesidad desesperada de validación emocional.

La premisa, un simple poema encontrado por Eliza (Hope Davis) que desencadena una búsqueda frenética por la ciudad, es el punto de partida de un thriller psicológico que, sin embargo, no se apoya en persecuciones intensas ni en escenas de acción espectaculares. Lin se centra en la atmósfera, en la tensión palpable que se construye a través de la incomunicación entre Eliza y su marido, David (Peter Sarsgaard). La película consigue transmitir, de una forma sutil pero efectiva, la sensación de un matrimonio en crisis, donde las palabras se han convertido en un obstáculo y la sospecha, en un veneno lento. La actuación de Davis es excepcionalmente honesta; su mirada, llena de angustia y creciente paranoia, es la que verdaderamente sostiene la narrativa.

El guion, escrito por Justin Lin y Ivetis (el nombre real del autor es Ivetis Eglitis), es lo que realmente hace brillar a “The Daytrippers”. No se intenta ofrecer respuestas fáciles ni un desenlace convencional. La película se deleita en la ambigüedad, sugiriendo, en lugar de afirmar, la verdad detrás de las acciones de los personajes. Hay un juego constante con la percepción de la realidad, con la idea de que lo que vemos no es necesariamente lo que hay, y que las motivaciones de los personajes son complejas y a menudo contradictorias. La exploración de la memoria y la relatividad de la experiencia subjetiva es particularmente brillante. La película se adentra en territorios incómodos, explorando la influencia del pasado en el presente y la dificultad inherente a confiar en el otro.

La dirección de Lin, a pesar de la inusual transición del género, es precisa y controlada. Utiliza planos cerrados y movimientos de cámara lentos para intensificar la sensación de claustrofobia y desconfianza. La fotografía, en tonos apagados y con una paleta de colores que refleja el estado emocional de los personajes, contribuye significativamente a la atmósfera opresiva y misteriosa de la película. La banda sonora, minimalista pero efectiva, refuerza la sensación de inquietud y anticipación. Aunque algunos momentos pueden resultar deliberadamente lentos o frustrantes, esta deliberada lentitud es una elección estilística que se integra perfectamente con la temática de la película.

En definitiva, “The Daytrippers” es una película que desafía al espectador, que lo invita a cuestionar sus propias certezas y a reflexionar sobre la naturaleza del amor, el matrimonio y la verdad. No es un entretenimiento ligero, pero sí una experiencia cinematográfica profunda y memorable.

Nota: 7/10