Licencia para matar (1975)

“Licencia para matar” no es simplemente una película de acción; es un ejercicio metódico de tensión y claustrofobia que, a pesar de algunos errores, logra mantener al espectador en vilo durante la mayor parte de su duración. La película, dirigida por Walter Hill, no se centra en la espectacularidad de los espectaculares tiroteos, sino en el meticuloso planear de Jonathan Hemlock, un hombre atormentado por su pasado, y su lucha por evitar que ese pasado le destruya. Hill, conocido por su trabajo en el cine de acción de los 70, aquí despliega un estilo visual característico: ángulos imposibles, movimientos de cámara precisos y una iluminación que acentúa la soledad y la paranoia del protagonista.

La actuación de Charles Martin Smith como Hemlock es el corazón de la película. Smith logra transmitir la desesperación y la amargura de un hombre que se ha resignado a su destino, pero que aún lucha por mantener un mínimo de dignidad. Su mirada, cargada de cansancio y resignación, es la que realmente vende la película. Aunque no es el actor más expresivo, su interpretación es fundamental para que la tensión sea palpable. El resto del reparto, con Arnold Schwarzenegger como el jefe de la organización, ofrece actuaciones sólidas, aunque un tanto convencionales. Schwarzenegger, en un papel más sutil que en muchos de sus papeles más icónicos, aporta un toque de intimidación y pragmatismo al frío y calculador jefe de la operación.

El guion, coescrito por Walter Hill y Jim Behr, presenta algunos problemas de ritmo. Los primeros actos son excepcionalmente lentos, centrados en la elaboración del plan y la creación de la atmósfera de suspense. Esto, aunque necesario para construir la tensión, puede resultar tedioso para el espectador menos paciente. Sin embargo, la película se recupera en el tercer acto, cuando la acción se acelera y los tiroteos se vuelven más intensos y creativos. Los enfrentamientos, lejos de ser simples batallas de disparos, se transforman en duelos tácticos con recursos limitados y un ambiente hostil. El uso del entorno alpino, con sus rocas, hielo y precipicios, se integra de forma inteligente en la narrativa, convirtiéndose en un protagonista más que un mero telón de fondo.

La película juega con el concepto de la “licencia para matar” no solo como un permiso para asesinar, sino como una carga. El pasado de Hemlock lo persigue implacablemente, y cada misión lo acerca a un borde insoportable. La película, por tanto, es un thriller psicológico tan bien ejecutado como un thriller de acción. Es una reflexión sobre la redención, la culpa y las consecuencias de los actos violentos. Aunque no es una obra maestra, “Licencia para matar” es un entretenimiento sólido y bien construido que se beneficia de la dirección experta de Walter Hill y de la actuación memorable de Charles Martin Smith. La película se beneficia de una banda sonora imponente que refuerza el ambiente de peligro constante.

Nota: 7/10