“The Escape Artist” no es una película que busca emocionar con la adrenalina de un escape de prisión convencional. En lugar de eso, nos ofrece una meditación introspectiva sobre la libertad, no solo física, sino también la libertad de la mente y la memoria. La película, dirigida por Mark Cashman, es una joya cinematográfica que se construye lentamente, tejiendo una narrativa compleja y, a veces, frustrantemente sutil, pero indudablemente fascinante.
La historia, centrada en Danny (Griffin O’Neal), un joven con una arrogancia contenida y una visión particular de la justicia, es detonada por una apuesta desafiante con la policía. Lo que parece una simple estratagema se convierte rápidamente en una válvula de escape para la verdad, una búsqueda de la identidad perdida y un viaje a través de recuerdos difusos. Raúl Juliá, en el papel del excéntrico y misterioso tío Leo, aporta una profundidad emocional inesperada al personaje, imbuyendo la película con un aire de melancolía y un dejo de enigma que es fundamental para el desarrollo de la trama.
La dirección de Cashman es, en general, muy competente, utilizando la claustrofobia de la prisión como metáfora de la propia mente de Danny. Los planos se concentran en detalles – un reloj, una mano, una expresión facial – creando una atmósfera de tensión constante. Sin embargo, la película se permite momentos de contemplación que podrían haber sido más dinámicos. A veces, la deliberada lentitud del ritmo puede sentirse un tanto cansina, obligando al espectador a forzar la conexión con la narrativa.
Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes. O’Neal, a pesar de su juventud, transmite con convicción la confusión y la desesperación de un hombre buscando respuestas. Juliá, con una experiencia que se ve compensada por su capacidad interpretativa, crea un personaje que se siente tanto entrañable como inquietante. Desi Arnaz Jr. también ofrece una contribución valiosa, aunque su rol, aunque crucial, es a menudo limitado a la función de catalizador de la memoria.
El guion, escrito por Mark Cashman y Justin Walsh, es lo que verdaderamente eleva a la película. No se apresura en ofrecer explicaciones, sino que se aferra a la ambigüedad y a la sugerencia. La estructura de la película, con sus saltos temporales y sus revelaciones graduales, recuerda a películas como “Memento” o “Eternal Sunshine of the Spotless Mind”, aunque con un tono y un enfoque más silencioso. La exploración de la memoria como un constructo personal, susceptible a la manipulación y a la distorsión, es particularmente inteligente y provocadora. La película plantea preguntas importantes sobre la naturaleza de la realidad y el poder de la percepción.
En definitiva, "The Escape Artist" es una película deliberadamente contemplativa que recompensa la paciencia del espectador. No es una película que te quedará grabada en la memoria por su acción, sino por la reflexión que suscita. Es una experiencia cinematográfica original y estimulante que invita a la interpretación y al debate.
Nota: 7/10