The Fortress (2017)

“The Fortress” (2017), de Kim Ki-young, es una experiencia cinematográfica brutalmente austera y, en última instancia, profundamente conmovedora. A diferencia de la acción repleta de efectos especiales que suelen conformar el género histórico, esta película opta por una cámara lenta, un diálogo escaso y un enfoque implacable en la supervivencia y la desesperación, creando una atmósfera de pesadilla que permea cada fotograma. La dirección de Kim Ki-young es magistral; se limita a observar, a documentar, a capturar la lenta descomposición física y mental de sus personajes frente a la inminente destrucción. No hay gestos grandilocuentes, ni momentos heroicos. Solo la implacable realidad de un entorno hostil y la lucha por mantener la humanidad en un contexto donde la supervivencia es la única regla.

El guion, adaptado de un relato de fantasmas coreano, se basa en una economía narrativa muy efectiva. La trama no depende de explicaciones detalladas ni de intrincados planes. La tensión emerge de la simple imposibilidad de la situación, de la comprensión de que cualquier acto, por pequeño, podría tener consecuencias catastróficas. La película se concentra en la relación entre el rey In-jo (Ryu Seung-ryong) y su consejero, el leal pero taciturno Lee Sang-hyun, cuya lealtad y habilidades se ponen a prueba en cada momento. La interacción entre los dos personajes, cargada de sutiles miradas y silencios, es el corazón de la narrativa. No hay héroes, solo hombres tratando de sobrevivir a un destino que parece inevitable. La ambigüedad moral es palpable: la película no juzga, simplemente presenta las consecuencias de la elección de un hombre al frente de un reino.

Las actuaciones son sobresalientes. Ryu Seung-ryong, en el papel del rey, transmite una mezcla perfecta de fragilidad y determinación. Su rostro, demacrado y lleno de preocupación, es un espejo de la desesperación de todo el reino. Pero es Song Kang-ho, como el consejero Lee Sang-hyun, quien realmente roba la atención. Su interpretación, aparentemente reservada, revela capas de profundidad, desde la lealtad inquebrantable hasta la amargura y el luto por los que ha pagado en silencio la pérdida de su familia. La química entre ambos actores es esencial para el impacto emocional de la película, y la sutileza con la que retratan las dinámicas de poder y lealtad es un testimonio de su talento.

La fotografía, con una paleta de colores apagados y tonos grises dominantes, refuerza la atmósfera de desesperación. Las escenas en la montaña de Namhan son claustrofóbicas y opresivas, mientras que los exteriores, a menudo borrosos por el humo y la nieve, evocan una sensación de aislamiento y pérdida. La banda sonora, minimalista y perturbadora, añade aún más tensión y angustia. “The Fortress” no es una película fácil de ver. Es fría, dura y a menudo desconcertante. Pero su impacto reside en su capacidad para provocar una profunda reflexión sobre la naturaleza humana, la lealtad y el precio del poder. No se trata de una película para entretenimiento ligero; es un estudio psicológico, un eco de la historia coreana, pero también una meditación universal sobre la condición humana.

Nota: 8/10