“El Candidato” (The Candidate), dirigida por Barry Levinson, no es simplemente un relato sobre un escándalo político; es un estudio de personajes meticulosamente construido que explora las fragilidades del poder, la ambición desmedida y la corrosiva naturaleza de la fama. La película, ambientada en el frenético contexto de la campaña presidencial de 1988, logra capturar la atmósfera tensa y vertiginosa de la política estadounidense a través de una dirección precisa y un enfoque que prioriza la psicología de sus protagonistas.
Hugh Jackman, en un papel que le sienta como anillo al dedo, ofrece una interpretación increíblemente convincente de Gary Hart. No se trata de un simple “hombrecillo” descarado, sino de un político inteligente y manipulador, consciente de su vulnerabilidad y dispuesto a usar cualquier medio para alcanzar sus objetivos. Jackman logra transmitir la combinación inquietante de carisma y deshonra, mostrando el rostro de un hombre que lucha por mantener la fachada de un líder ideal mientras su vida privada se desmorona. La dirección de Levinson se centra en la complejidad de Hart, dejándolo en una posición moralmente ambigua, lo que obliga al espectador a cuestionar sus propios juicios.
Una de las mayores fortalezas de la película reside en su interpretación de la mujer en el poder. Diane Lane como Lee Hart aporta una dignidad y una fuerza silenciosa que contrastan con la vida pública de su marido. La relación entre los Hart no es solo una narración de un matrimonio en crisis, sino un espejo que refleja la presión y las expectativas que ambos sufren. El guion evita caer en clichés melodramáticos, presentando a Lee como una mujer fuerte, pero también vulnerable, que lucha por mantener la integridad de su relación y su propio bienestar frente a la implacable avalancha de escándalos. La química entre Lane y Jackman es palpable, intensificando las escenas de tensión y la incomodidad que impregnan la película.
Aunque el guion se centra principalmente en la crisis de Hart, el tratamiento de la figura mediática y la presión constante de la opinión pública es particularmente efectivo. Se muestra el control que los medios ejercen sobre la percepción del público, la rapidez con la que la información se difunde y la facilidad con la que se construye una imagen. La película no juzga explícitamente a Hart, sino que se limita a documentar el impacto devastador de la cobertura mediática en su vida y su carrera. A pesar de algunos momentos que podrían sentirse un tanto lentos, la película mantiene un ritmo constante, culminando en una conclusión que es a la vez inevitable y profundamente decepcionante. La dirección de Levinson, en su tratamiento de la narrativa, evita la simplificación y ofrece un retrato nuanced de un momento crítico en la historia política estadounidense.
Nota: 8/10