El artista del cristal (2024)

“El artista del cristal” es una película que, a primera vista, parece una fábula rural sobre la guerra y sus consecuencias devastadoras. Sin embargo, tras un inicio pausado y con una atmósfera visualmente rica, se revela como una reflexión compleja y, en última instancia, melancólica sobre la fragilidad de la paz, el peso de la tradición y la dificultad para escapar de un destino inevitable. La dirección de Mateo Guillem y José Luís Campa es acertada, aunque a veces resulta un poco lenta, permitiendo que el espectador se sumerja en la belleza austera del paisaje y en la quietud de la vida en el pueblo, antes de la irrupción de los acontecimientos.

La película se basa fundamentalmente en la relación padre-hijo entre Vincent y Tomás, interpretados magistralmente por Jordi Mollà y Eduard Fernández. Fernández, en particular, ofrece una interpretación conmovedora como Tomás, un hombre marcado por la experiencia bélica, cuya fe en el arte y en la vida se enfrenta a la dura realidad del mundo exterior. Mollà, por su parte, transmite una vulnerabilidad y una incertidumbre palpables, mostrando una evolución interna del personaje a lo largo de la trama, un proceso de cuestionamiento que lo lleva a enfrentarse a sus propios demonios y a la posibilidad de una nueva vida. La química entre ambos actores es innegable y constituye uno de los puntos fuertes de la película.

La llegada de Alliz (Samantha Campos), con su delicada belleza y su talento musical, actúa como un catalizador que desestabiliza el equilibrio precario del pueblo y, en consecuencia, la vida de Vincent y Tomás. El guion, escrito por Guillem y Campa, se abstiene de caer en simplismos y estereotipos. La película explora las contradicciones inherentes a la guerra, no solo en términos de violencia y destrucción, sino también en la forma en que afecta a las relaciones humanas, a las creencias y a la identidad. La música, omnipresente en la narrativa, no es un mero adorno, sino un elemento central que simboliza la esperanza, la pérdida y la búsqueda de belleza en un mundo marcado por el conflicto. La película no ofrece respuestas fáciles; simplemente plantea interrogantes sobre la naturaleza humana y el impacto del pasado en el presente.

Si bien el ritmo lento puede resultar tedioso para algunos espectadores, la estética cuidada, la fotografía impresionante y las interpretaciones convincentes compensan la falta de acción. “El artista del cristal” es una película que permanece en la memoria con una fuerza silenciosa, invitando a la reflexión sobre la necesidad de encontrar la belleza en la vida, incluso en medio de la incertidumbre y la adversidad. No es un drama bélico convencional, sino un retrato sutil y emotivo de un mundo al borde del conflicto, donde el arte y la música se erigen como refugio y esperanza. Se trata de una experiencia cinematográfica que honra la memoria y nos recuerda la importancia de proteger la paz y la belleza del mundo.

Nota: 7/10