The Killer (El asesino) (1989)

John Woo ha siempre sido un director que desafía las convenciones, un observador implacable de la condición humana disfrazado de maestro de la acción. *El Asesino* (The Killer, 2023), su regreso a la dirección tras años de incursiones en otros géneros, es, sin duda, su obra maestra, un ejercicio de tensión visceral y una exploración sutil pero profunda del duelo y el arrepentimiento. La película no se limita a mostrar violencia; la utiliza como un vehículo para el drama, una herramienta para desentrañar las profundidades del corazón de su protagonista.

La dirección de Woo es, como siempre, una fuerza imparable. El uso de la cámara es magistral, alternando entre planos largos que impregnan la escena de una atmósfera melancólica y toma rápidos que insinúan la inminente violencia. Woo, con su habitual meticulosidad, construye una tensión palpable desde las primeras escenas, una sensación de que la bomba de tiempo está a punto de explotar. La coreografía de la acción, lejos de ser gratuitamente espectacular, está perfectamente integrada en la narrativa, casi como un ballet trágico donde cada movimiento tiene un propósito, cada golpe una expresión de dolor. El uso de la lluvia, omnipresente en la película, no es meramente decorativo; simboliza la limpieza, el lavado de pecados, y la necesidad de confrontar el pasado.

Berkoğlu, en el papel del Asesino, ofrece una actuación contenida pero increíblemente poderosa. Su personaje es un hombre consumido por la culpa, un ejecutor profesional que busca redención. La expresión facial de Berkoğlu, a menudo marcada por la tristeza y el dolor, es mucho más reveladora que cualquier diálogo. La química entre Berkoğlu y Song Kang-ho, en el papel del policía al que se le debe un favor, es fundamental. La relación entre ambos no se basa en la amistad, sino en una necesidad mutua de reconocimiento y, quizás, de perdón. Song Kang-ho, como de costumbre, entrega una interpretación brillante, aportando una capa de complejidad moral al personaje del oficial. La película construye con paciencia el vínculo entre estos dos personajes, convirtiéndolo en el corazón emocional de la historia.

El guion, adaptado de un cuento de Lee Sang-il, es inteligente y evita los clichés del género de acción. La trama, aparentemente sencilla, está llena de giros inesperados y matices psicológicos. La película se resiste a ofrecer respuestas fáciles; en cambio, plantea preguntas sobre la moralidad, la venganza y la posibilidad de encontrar la paz después de un pasado brutal. La violencia, aunque presente, nunca se convierte en el centro de la historia. Es un componente necesario, sí, pero que sirve para resaltar la fragilidad de los personajes y la oscuridad de sus almas. La narrativa, a pesar de su ritmo pausado en ocasiones, mantiene al espectador cautivo y lo obliga a reflexionar sobre los dilemas morales que enfrentan los protagonistas.

En definitiva, *El Asesino* es una película inolvidable, una joya del cine de acción asiático. John Woo ha vuelto para demostrar que es, incluso en su edad, un director con una visión única y una capacidad inigualable para contar historias que conmueven y desafían. Es un festival de emociones, una experiencia cinematográfica intensa y memorable.

Nota: 9/10