The Majestic (2001)

“The Majestic” es una película que, a pesar de no alcanzar la grandilocuencia de algunos dramas políticos, se erige como una meditación sobre la memoria, la identidad y la fragilidad de la verdad en una época sombría de la historia americana. Peter Appleton, un guionista exitoso, se ve repentinamente arrojado a la miseria cuando la paranoia de McCarthy lo obliga a huir de Hollywood, un golpe que le provoca un grave accidente de coche y, con él, una amnesia devastadora. La película se centra en su lento y doloroso proceso de recuperación, no solo física, sino también emocional y mental, mientras intenta reconstruir su pasado en un remoto pueblo de Montana.

La dirección de Sam Mendes es sutil y cautivadora. Mendes se distancia de la grandilocuencia y la dramatización que a menudo acompañan a este tipo de historias, optando por un enfoque más íntimo y contemplativo. El ritmo es deliberadamente pausado, permitiendo al espectador inhalar la atmósfera rural de Montana y, sobre todo, sumergirse en la confusión y el dolor de Peter. Mendes emplea planos largos y detallados que nos permiten apreciar el paisaje, la luz y los pequeños detalles que conforman la vida del pueblo y, crucialmente, el proceso de Peter para reconectar con su entorno y consigo mismo. La banda sonora, discreta pero efectiva, refuerza esta sensación de introspección y de un viaje hacia el interior.

La actuación de Spencer Treatt como Peter Appleton es, sin duda, el corazón de la película. Treatt ofrece una interpretación excepcionalmente sutil y matizada. No busca exagerar el sufrimiento o la confusión, sino que transmite la fragilidad y la vulnerabilidad de un hombre que ha perdido su identidad. Su mirada, a menudo vacía y desorientada, es profundamente conmovedora. Las actuaciones de apoyo, especialmente las de William Hurt como el sheriff, un hombre taciturno y con un pasado turbulento, y de la veterana Mary Murphy, que lo ayuda a reconstruir su vida, son igualmente sólidas y complementarias.

Si bien el guion, adaptado de una obra teatral de Sean Doyle, es sólido en su planteamiento y en su exploración de las consecuencias de la caza de brujas, carece, en ocasiones, de una mayor profundidad en el desarrollo de los personajes secundarios. La historia, aunque efectiva en su retrato de la atmósfera de miedo y desconfianza, podría haber sido enriquecida con un mayor matiz en las relaciones interpersonales. Sin embargo, este defecto se compensa con la fuerza de la premisa principal y la honestidad con la que se aborda el tema de la pérdida de memoria y la búsqueda de la identidad. La película no ofrece soluciones fáciles ni espectaculares, sino que se concentra en la experiencia individual y en la lucha por recuperar la verdad, incluso cuando esta ya no está presente en la memoria.

Nota: 7/10