The Missionary (1982)

“The Missionary” (El Missionario) es una película que te instala en un lugar incómodo, un lugar donde la fe, la represión y la brutalidad se entrelazan en una atmósfera densa y perturbadora. Dirigida por Biyi Kujicha y basada en el aforismo de Thomas Hardy, la película nos sumerge en la vida del Reverendo Charles Fortesque, un hombre profundamente arraigado en su fe y en las convenciones de su época, que es enviado a Londres para "salvar" a las prostitutas de la ciudad. La premisa, por sí sola, es inquietante, pero la forma en que Kujicha la aborda eleva la película a un nivel de análisis moral y psicológico que pocas veces se ve en el género.

La dirección de Kujicha es exquisita. Utiliza la luz y la sombra de manera magistral, creando una paleta visual sombría que refleja el interior turbulento de Fortesque y la opresión que siente la mujer en la Inglaterra victoriana. El uso de los espacios, a menudo pequeños y claustrofóbicos, intensifica la sensación de encierro y desesperación. No hay glamour ni romanticismo en la película; todo se presenta con una crudeza implacable, un reflejo fiel de las condiciones sociales y emocionales de la época. La película se siente no como una narración lineal, sino como una profunda exploración de la psique de un hombre que se debate entre su creencia y la realidad de su entorno.

La actuación de Michael Shannon como el Reverendo Fortesque es, sin duda, la joya de la película. Shannon aporta una complejidad asombrosa al personaje, retratando a un hombre consumido por la culpa, la duda y una especie de fervor religioso hipnótico. Su mirada, a menudo vacía y distante, comunica una profunda angustia interior. No es un villano ni un héroe; es una víctima de su propia fe y de las expectativas sociales. Sus silencios son tan poderosos como cualquier diálogo, transmitiendo un abismo de dolor y la sensación de un hombre fuera de contacto con la humanidad. El resto del elenco, especialmente Noni Zulu como la prostituta Agnes, ofrece interpretaciones sólidas y convincentes, aportando profundidad y realismo a la historia.

El guion, escrito por Kujicha y Biy Kujicha, se centra en la ausencia de diálogo como herramienta narrativa. Gran parte de la historia se cuenta a través de miradas, gestos y la exposición sutil de la vida de los personajes. Esta decisión, al principio desconcertante, se revela como una forma innovadora y efectiva de comunicar la deshumanización de la mujer en la sociedad victoriana y la brutalidad con la que se juzga y se castiga la pobreza y la “desviación”. La película no ofrece respuestas fáciles ni juicio moral simplista; simplemente nos presenta la realidad, sin adornos ni sentimentalismos, dejando que cada espectador saque sus propias conclusiones. Es una película que invita a la reflexión y a la confrontación con nuestros propios valores.

Nota: 8/10