The Necromancer (2018)

“The Necromancer” no es, sin duda, una película que busca encantar al público con efectos especiales grandilocuentes o una trama repleta de giros argumentales. Se trata de un filme que se construye lentamente, apelando a una atmósfera densa y a la visceralidad de la supervivencia en un entorno hostil. La película, ambientada en el crudo contexto de la guerra napoleónica, nos presenta un viaje desesperado de un grupo de soldados hacia su hogar, un viaje que se transforma rápidamente en una lucha por la vida contra una amenaza ancestral y tangible. Y es en esa tensión constante, en esa sensación palpable de peligro inminente, donde reside gran parte de su atractivo.

La dirección de Martin Fitzwilmot es cautivadora, aunque a veces excesivamente contemplativa. No se apresura a mostrar la amenaza, optando por sugerencias visuales y sonoras que crean una inquietud persistente. El Bosque Negro, con su neblina perpetua y su vegetación retorcida, se convierte en un personaje en sí mismo, un reflejo del miedo y la desesperación de los protagonistas. La cinematografía, por otro lado, es impecable; el uso de la luz y la sombra, la paleta de colores sófagas y la fotografía en general evocan la atmósfera sombría y opresiva del período y del entorno.

El elenco cumple con creces. Ewan McGregor, como Marcus Macleod, ofrece una actuación sólida, transmitiendo la fatiga y el trauma de un hombre que ha visto demasiado. Sin embargo, el verdadero punto fuerte reside en las interpretaciones de Victoria Morrison y Sarina Taylor. Ambas actrices logran inyectar profundidad y matiz a sus personajes, mostrando la vulnerabilidad y la resiliencia de las mujeres en un mundo dominado por hombres y enfrentadas a un horror inimaginable. Sus relaciones, tanto de aliados que se ayudan mutuamente como de rivalidad y desconfianza, son el corazón emocional de la película.

El guion, aunque no excepcionalmente original en su concepción, funciona bien en la medida en que se centra en la psicología de los personajes y en la evolución de sus dilemas morales. La película plantea preguntas sobre la naturaleza del bien y del mal, y explora los límites de la moralidad cuando la supervivencia se convierte en la única prioridad. No obstante, podría haber sacado mayor partido a la ambientación histórica y a la figura del necromante, que, aunque presente, no se desarrolla con la profundidad que merecía. El ritmo pausado, aunque efectivo para generar suspenso, podría resultar tedioso para algunos espectadores.

En definitiva, “The Necromancer” es una película de terror psicológico que prioriza la atmósfera y la tensión sobre los sustos fáciles. Es una experiencia cinematográfica intensa, que exige paciencia y una predisposición a sumergirse en un mundo de desesperación y horror. No es una obra maestra, pero sí un filme interesante y bien ejecutado, especialmente para aquellos que aprecien los thrillers sombríos y el terror con sustancia.

Nota: 7/10