The Party (2017)

“The Party” es un thriller psicológico que, en lugar de ofrecer una resolución explícita, se deleita en la construcción de una atmósfera de opresión y paranoia. Dirigida por Christian Petzold, la película se siente como un laberinto, una travesía a través de las tensiones ocultas entre cuatro personajes que se encuentran en una mansión alemana aparentemente idílica, pero que en realidad se convierte en un escenario de sospechas y recelos. Petzold no busca la espectacularidad, sino la sutileza; la tensión se acumula lentamente, a través de miradas, silencios incómodos y una manipulación elegante del espacio. Esta elección deliberada, lejos de ser una debilidad, es lo que la convierte en una experiencia tan perturbadora y memorable.

Kristin Scott Thomas ofrece una interpretación absolutamente magistral como Janet, una mujer que ostenta un poder implícito, pero que se siente terriblemente sola y vulnerable. Su presencia en la pantalla irradia una mezcla inconfundible de frialdad, inteligencia y una profunda tristeza. Scott Thomas logra transmitir la complejidad de su personaje con una economía de gestos y una mirada penetrante. A su lado, Ben Whishaw es igualmente convincente como el marido de Janet, un hombre que parece estar atrapado en una burocracia existencial y que lucha por mantener una apariencia de normalidad. La química entre ambos actores es palpable, aunque se basa más en la incomunicación que en la conexión. Joaquin Brunelli ofrece un papel más breve, pero la interpretación de Anton contribuye a la sensación de que algo siniestro se esconde bajo la superficie.

El guion, adaptado de una obra teatral de Florian Zeller (autor de "La Repetición"), es lo que verdaderamente sostiene la película. La narrativa no avanza en una línea recta, sino que se centra en el juego de percepciones y la imposibilidad de conocer la verdad. Las conversaciones son deliberadamente ambiguas, repletas de dobles sentidos y sugerencias que alimentan la incertidumbre. Petzold explora temas como el poder, la traición, la memoria y el impacto del pasado en el presente, pero sin caer en soluciones simplistas. El uso del entorno, una mansión señorial con una arquitectura imponente y un diseño de producción impecable, es crucial para la atmósfera claustrofóbica y opresiva que se crea. El blanco predominante en la paleta de colores acentúa la sensación de esterilidad y la falta de contacto humano. La banda sonora, discreta pero efectiva, complementa magistralmente la tensión creciente.

Si bien la película puede resultar frustrante para aquellos que esperan un desenlace claro, es precisamente esta ambigüedad la que la convierte en una obra de arte. "The Party" no busca responder preguntas, sino provocar reflexiones. Es una película que se queda con el espectador mucho después de que los créditos finales hayan comenzado a rodar, invitándolo a cuestionar la naturaleza de la verdad y la fragilidad de las relaciones humanas. La dirección de Petzold, la actuación de Scott Thomas y la calidad del guion hacen de “The Party” una joya cinematográfica, una experiencia intensa y perturbadora que merece ser vista y reflexionada.

Nota: 8/10