The Program (El ídolo) (2015)

“The Program” (El ídolo), la película dirigida por Gavin O’Connor, no es simplemente la historia de la caída de Lance Armstrong, sino una meditación oscura y perturbadora sobre la ambición, la deshonestidad y la pérdida de la inocencia. A pesar de la omnipresencia del nombre Armstrong en los medios durante años, la película logra ir más allá de la simple narración de un escándalo deportivo, explorando las profundidades de la psique de su ex-entrenador, Floyd Landis, cuya colaboración con el periodista Dan Centeno es el núcleo de la historia.

La película se centra en la determinación de Centeno (Philip Seymour Hoffman, en una actuación magistral) de desenmascarar la verdad. Su obsesión por la historia de Armstrong es palpable, impulsada por una mezcla de escepticismo y una necesidad moral de justicia. Hoffman ofrece una interpretación devastadora de Landis, capturando la agonía interna del ciclista, atormentado por la culpa, el miedo y la traición. La película no lo presenta como un héroe caído, sino como un hombre simple que se vio arrastrado a un mundo de engaños y que, al final, optó por protegerse a sí mismo, aunque el precio fuera su reputación y su alma. La relación entre Centeno y Landis se construye con una gradualidad inquietante, un baile tenso de interrogatorios, promesas rotas y la constante sensación de que la verdad se esconde tras una capa de mentiras.

Gavin O’Connor, director conocido por “Warrior”, demuestra una maestría en la creación de atmósferas claustrofóbicas y opresivas. La película se nutre de la introspección y de la fotografía sombría, que refleja la desilusión y el cinismo del protagonista. La dirección es precisa, evitando caer en melodramas fáciles y privilegiando la verosimilitud y la complejidad emocional de los personajes. La película no glorifica el ciclismo, mostrando con crudeza la dureza física y mental del deporte, pero al mismo tiempo, subraya los peligros inherentes a la búsqueda del éxito a cualquier precio.

El guion, adaptado de un libro, no se centra únicamente en los hechos deportivos. Se adentra en los mecanismos de la manipulación mediática, la presión de los patrocinadores y la forma en que la sociedad puede venerar a un ídolo, cegándose ante la verdad. La película también plantea interrogantes sobre la responsabilidad individual frente a la responsabilidad colectiva. ¿Quién es culpable de la corrupción generalizada? ¿Es la culpa exclusiva de Armstrong, o también de aquellos que lo protegieron y lo apoyaron? La historia se desarrolla con un ritmo pausado, permitiendo que la tensión se acumule sutilmente, culminando en un clímax emocionalmente impactante. La película, en última instancia, es un recordatorio amargo de que la ambición desmedida puede destruir incluso a los individuos más virtuosos, y que la búsqueda de la verdad a menudo está acompañada de dolor y sacrificio.

Nota: 8.5/10