“The Riddle” es, en esencia, un thriller psicológico que se alimenta de la atmósfera opresiva del misterio y la obsesión, y aunque no llega a ser una obra maestra, ofrece una experiencia cinematográfica envolvente y perturbadora. El director, Daniel Hayes, demuestra un control notable sobre el ritmo y la tensión, cultivando una sensación de incomodidad constante que impregna la pantalla desde los primeros minutos. Su elección de escenarios – un pequeño pueblo costero de Inglaterra, desolado y con un aire de decadencia – contribuye enormemente a la atmósfera claustrofóbica y melancólica que la película necesita para funcionar de la mejor manera.
La historia, en su núcleo, es intrigante, pero la verdadera fuerza de la película reside en la evolución de su protagonista, Mike. El personaje, interpretado con una intensidad convincente por Ben Miller, no es un héroe convencional. Es un hombre atormentado, consumido por su ambición profesional y un pasado oscuro que le impulsa a desentrañar los enigmas del pasado. Miller logra transmitir la fragilidad y la desesperación de Mike de una forma que genera empatía en el espectador, incluso cuando sus acciones son moralmente cuestionables. Su interpretación, por lo tanto, es fundamental para que el espectador se adhiera a la trama.
La relación entre Mike y el vagabundo, interpretado por un Walter Sparrow (James Norton) de aspecto imponente y porte altivo, es el corazón latente de la película. El vagabundo, que parece saber más de lo que dice, actúa como una especie de guía, un espejo deformado de la propia ambición de Mike. Norton ofrece una actuación sutil y llena de matices, sin caer en clichés de personajes “sabios”. La dinámica entre ambos personajes, con sus silencios cargados y las miradas penetrantes, es lo más memorable de la película. La dirección de las escenas donde interactúan es particularmente efectiva, creando momentos de tensión palpable y de una profundidad emocional sorprendente.
Sin embargo, el guion, aunque bien construido, presenta algunas fallas. En ocasiones, la trama se vuelve demasiado complicada y recae en elementos argumentales que, aunque interesantes, no están completamente integrados en la narrativa general. El ritmo, a pesar de ser generalmente efectivo, puede ser irregular en algunos momentos, ralentizando la acción para dar protagonismo a la introspección de los personajes, lo que, si bien es una estrategia válida, puede resultar tedioso para algunos espectadores. Además, la resolución final, aunque lógica, podría haber sido más impactante y estar mejor justificada dentro del desarrollo de la trama. No obstante, la película logra mantener el interés hasta el final, gracias en gran parte a su atmósfera y a la calidad de las actuaciones.
En definitiva, “The Riddle” es un thriller que, más que ofrecer soluciones definitivas a los misterios que plantea, se centra en explorar la naturaleza humana, la obsesión y las consecuencias de la búsqueda de la verdad. Es un trabajo sólido, digno de ser visto por los amantes del género y aquellos que disfrutan de historias con personajes complejos y una atmósfera inquietante.
Nota: 7/10